Hoy
vamos a hablar sobre un proyecto que no se llegó a materializar. Se trata del
mercado cubierto que proyectó en 1862 el grandísimo arquitecto Jerónimo de la
Gándara, el cual, por suerte, trabajó en diversas ocasiones en nuestra ciudad,
dejando algunos de los edificios más conocidos que hoy podemos observar al
caminar por ella.
Como
cuando un texto es magnífico, y además se trata de un trabajo que aporta una
noticia inédita, lo mejor es dejarlo tal cual, asique el siguiente post esta
copiado casi literalmente del magnífico artículo redactado por el profesor
Domínguez Burrieza, uno de los grandes expertos en la arquitectura decimonónica
vallisoletana. Primeramente, realizaremos un pequeño bosquejo biográfico de
Gándara, para conocer al artista, y posteriormente ya hablaremos sobre el
proyecto irrealizado.
Jerónimo
de la Gándara (1825-1877) fue uno de los arquitectos españoles más importantes de
la segunda mitad del siglo XIX, siendo su especialidad la construcción teatros.
Gándara nació en Ceceñas (Cantabria) en 1825. En Madrid, fue alumno de Antonio
de Zabaleta, titulándose en la Escuela Especial de Arquitectura en 1848, siendo
el primero de su promoción. Viajó por Europa para completar sus estudios,
siendo pensionado en Alemania y el Reino Unido. Al parecer, fue el primer arquitecto
español que conoció de primera manos las ruinas del Partenón (Atenas).
En
1853 ingresó como profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde llegó
a ser catedrático en 1855. Desarrolló una amplia labor al amparo del despegue
urbano del primer proceso industrializador de España, con la expansión de las
ciudades y la construcción de nuevos edificios de carácter público durante el
reinado de Isabel II.
Entre
sus trabajos, que suelen ser bastante eclécticos, destaca su interés por los
estilos clásicos, especialmente el renacentista, en el cual realizó el pabellón
español en la Exposición Universal de París de 1867. Sus obras más conocidas
son el Teatro de la Zarzuela de
Madrid, donde las remodelaciones posteriores apenas han dejado nada de lo
ejecutado por el arquitecto cántabro, y los teatros vallisoletanos de Lope de Vega y Calderón. También le debemos la remodelación de la fachada del Senado.
Teatro de la Zarzuela (Madrid). Antes y despues de su remodelación |
Teatro Lópe de Vega (Valladolid). Antes y después de su remodelación |
Teatro Calderón (Valladolid). Exterior e interior |
Gándara
destacó por la perfección y la rapidez con que hacía sus trabajos,
especialmente en lo referido a los teatros, los cuales construía en plazos muy
cortos: el Teatro de la Zarzuela lo construyó en tan solo siete meses, el Lope
de Vega en nueve meses y medio, y el Calderón en diez meses. Todo ello nos
habla de sus dotes artísticas y de su gran capacidad como organizador de obras.
Gracias
al profesor Francisco Javier Domínguez Burrieza sabemos que Jerónimo de la
Gándara realizó un proyecto para levantar un mercado cubierto en Valladolid. A
Gándara se le conoce, sobre todo, por su aportación arquitectónica a la
tipología teatral del siglo XIX en España, siendo autor, como ya hemos dicho, del teatro de la
Zarzuela (Madrid); del Calderón y Lope de Vega, estos dos últimos en Valladolid; y del proyecto
del de Jerez de la Frontera (Cádiz).
La
construcción de una serie de mercados públicos que pudieran satisfacer las
necesidades de una ciudad como Valladolid acabó por convertirse, durante algo
más de un cuarto de siglo, en un verdadero problema, sin solución, para el
Ayuntamiento. Desde 1856 existieron numerosas tentativas para llevar a cabo la
instalación de éstos. Sin embargo, los proyectos presentados siempre se toparon
con alguna dificultad que impidió la materialización final de los mismos. En
1862, y tras varios intentos fallidos para ejecutar las obras de los mercados
de la Rinconada y Portugalete, el Arquitecto Municipal, Martín Saracíbar,
presenta, en el mes de febrero, el proyecto de construcción de unos mercados
para aquellas plazas. Este mes, sorprendentemente, Gándara firma, al menos, dos
planos como sería propuesta de mercado para la plaza de Portugalete. Es cierto
que, hasta entonces, el intento de construcción de los mercados había corrido a
cargo del Arquitecto Municipal de turno. Sin embargo, la importancia y fama de
Gándara habría aumentado, en Valladolid, tras la exitosa construcción del Lope
de Vega, abriéndose las puertas, posiblemente a diferentes proyectos que
pudieran generarse en la ciudad (como el Teatro Calderón), incluso, de aquellos
que formaran parte de la iniciativa pública, como sería el caso. Por aquellos
años, asimismo, se había convertido en el arquitecto de moda en Madrid. Al
parecer, Gándara estaría bien informado de las necesidades arquitectónicas de
la localidad, por lo que debió de aprovechar la buena opinión que en torno a su
trabajo se habría generado en Valladolid para presentar una propuesta de
mercado. Probablemente, el objetivo último de ésta fuera conseguir, de la mima
manera, el encargo del que se pretendía levantar en la plaza de la Rinconada,
pero, desafortunadamente, no se ha logrado documentar tal suposición. Otra
posibilidad es que el Ayuntamiento, reconociendo las exitosas obras del Lope de
Vega, encargase a Gándara la realización de un proyecto. Lo que es evidente es
que nada se conocía sobre la existencia real de dos planos firmados por el
arquitecto cántabro y que representan, por una parte, la planta y sección
longitudinal del mercado, y, por otra, la sección transversal y fachada lateral
del mismo. Gracias a ellos por fin comprendemos aquellas palabras del Segundo
Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, Calixto Fernández
Formentani, donde afirmaba, en 24 de febrero de 1862 (curiosamente, al día
siguiente de firmar el proyecto de mercado para la plaza de Portugalete) y en
relación a la adjudicación de las obras de un teatro y de un mercado para dicha
localidad, que Gándara era el “autor del Teatro de
Jovellanos de Madrid y autor y constructor del de Lope de Vega de Valladolid y su
nuevo mercado”. Hay que volver a señalar que, hasta que no dio a conocer
este proyecto el profesor Domínguez Burrieza, este proyecto era totalmente
desconocido.
La
monumentalidad del proyecto supera a la de los levantados, con anterioridad,
por los Arquitectos Municipales. Sin embargo, de planta rectangular, el mercado
no difiere demasiado, en cuanto a distribución, de los diseños precedentes,
aunque sí se aprecia una mejor organización del espacio, resultando un interior
más amplio y funcional. En torno a unas galerías simétricas a los muros del
edificio se disponen las tiendas permanentes, y, en el centro, trayendo a la
memoria aquellos patios centrales que ya protagonizaron los primeros proyectos,
los puestos por días. En cuanto a las variaciones arquitectónicas que se
distinguen de los anteriores trabajos hay que señalar la utilización del hierro
en columnas y cubierta central. Para configurar esta última, Gándara hace uso
de un ligero esqueleto de cables y tirantes metálicos que materializa una
cercha de tipo Polonceau sencillo. Sobre ésta se montaría una solución
acristalada, como ya había pensado instalar, tímidamente y con cierta
inseguridad, Saracíbar. Gándara comprendía el importante papel que el hierro
estaba jugando en la arquitectura de su tiempo, y, sobre todo, en determinadas
tipologías, como era el caso de los mercados. Por eso, aun manteniendo en su
proyecto el uso de materiales tradicionales, los cuchillos ideados para el
mercado de Portugalete, ya propuestos, entre otros ejemplos, para Les Halles Centrales de París por Eugène
Flachat, podrían haber cobrado sentido junto a la utilización de una serie de
soportes puntuales, sin muros perimetrales, en todo el edificio y no sólo en el
cuerpo central, como ya desde mediados de siglo, en el ámbito español, se estaba
planteando, principalmente, en Barcelona (estos ejemplos se materializarían,
mayoritariamente, a lo largo del último cuarto del siglo XIX). Con ello pudo
obviarse la opacidad de los muros como elementos fundamentales sustentantes.
Por otro lado, el objetivo de las dos vertientes de cristal no sería otro que
el de asegurar la luz y la ventilación al gran espacio interior, potenciado,
así, el nivel de higiene y salubridad exigido para este tipo de construcciones.
El
exterior del edificio, de una gran monumentalidad, sigue parámetros
estilísticos eclécticos. En él, el clasicismo de Gándara se hace patente, al menos,
en las fachadas laterales, y es de suponer que también habría de serlo en todo
el perímetro externo. Simetría, rigor y orden son las características
fundamentales de la fachada representada en planos. Además, también es evidente
la clara tendencia a la horizontalidad de lo proyectado. A diferencia de los
diseños anteriores, los parámetros exteriores ofrecen escasa ligereza a la
construcción. De hecho, esta característica con la que se habría de levantar el
cuerpo principal contrasta con la pesadez del resto, que sólo abre el muro ante
una serie de vanos, en forma de arcos de medio punto, que permitirían la
ventilación y la luz adecuada para cada una de las tiendas. Gándara trata estas
últimas con cierta independencia unas de otras, como si cada una de ellas se
articulara a la manera de pequeñas capillas, en su sentido estructural y
decorativo. Así, a cada tienda le corresponde, exteriormente, un pequeño trozo
de cornisa, consecuencia de la línea mixtilínea con la que se conforma toda
ella, simulando un pequeño frontón decorado por acróteras en cada uno de sus
vértices y una decoración de ladrillo entre éste y el arco de medio punto. Esta
última, llevada a cabo a partir de la unidad hexagonal del material, enmarca
superiormente el vano e inferiormente el trozo de cornisa angular. El diseño
del cuerpo superior de ventanas es muy similar a lo que Gándara realizara, con
posterioridad, en el teatro Calderón. Éste, junto a la simulación de frontones,
la utilización del ladrillo con un sentido claramente decorativo, la simetría,
el orden y la idea de monumentalidad, acerca el proyecto a la moderna
arquitectura alemana que tan bien conocía Gándara.
El
interior manifiesta una personal reinterpretación de los órdenes clásicos. La
planta baja se caracteriza por las columnas de hierro que delimitan el
perímetro del cuerpo central y por los arcos geminados de medio punto que,
desposeídos de su supuesto soporte columnario y divisorio, colaboran en la
decoración y delimitación de cada una de las tiendas, separadas, entre sí, por
pilares que, a su vez, funcionan como reflejo de las columnas que soportan el
cuerpo superior de ventanas. El segundo nivel insiste en el juego de órdenes
clásicos. De esta forma, una serie de pilastras acanaladas, que no olvida su
conexión estructural y visual con los soportes del piso inferior y marcan,
sucesivamente, la lógica arquitectónica del edificio, organiza los numerosos
vanos superiores.
Los
planos relativos al proyecto de Saracíbar se firman en mayo de 1862 y no en
febrero como sí corresponde al presupuesto redactado por el mismo arquitecto.
Debieron de existir otros planos anteriores a los presentados en el mes de
mayo, puesto que a finales de marzo la Comisión de Hacienda del Ayuntamiento
ordena que se pase “al Sr. Regidor, D.
Máximo Alonso, el cálculo del coste y planos de las Plazas mercados de la Red y
Portugalete, formados por el Arquitecto de Ciudad, D. Martín Saracíbar”. Con
estos datos cobra mayor interés el cabal conocimiento que Gándara tendría de
los proyectos arquitectónicos que, en aquellos momentos, se pensaban ejecutar
en la ciudad. Es más, la buena relación que todavía mantendría con José León,
capitular del Ayuntamiento, refuerza esta hipótesis y hace comprensible que tan
sólo doce días después de que Saracíbar presentase los presupuestos de los
futuros mercados, Gándara firmase su propio proyecto. Curiosamente, los
defectos que, desde Madrid, la Junta Consultiva de la Policía Urbana y
Edificios Públicos achacaba al proyecto de Saracíbar, serían resueltos, en parte,
por la propuesta de Gándara. Pero todavía es más interesante, si cabe, añadir
que el informe emitido por la anterior Junta Consultiva se firma en julio de
1863, es decir, casi un año y medio después de que Gándara diseñara su merca.
Así, la problemática surgida en torno a los sistemas de acceso al edificio no existiría
como tal en el proyecto del arquitecto cántabro. Éste adopta seis entradas que,
en ningún caso, sería estorbadas por vendedores en el exterior, como sí ocurría
en lo ideado por el Arquitecto Municipal. Por otro lado, es cierto que el
proyecto de Gándara todavía carecía de la ventilación suficiente si lo
comparamos con los mercados que durante el último cuarto de siglo se ejecutarán
en España. Pero, aun así, el problema lo resuelve con mayor agudeza que
Saracíbar, no limitándose, casi de forma exclusiva, a la ventilación surgida de
los extremos cortos del edificio. En este caso, a la mayor altura que Gándara
otorga a su mercado, y la correspondiente fila de ventanas que surge en ese
cuerpo central, hay que añadir los vanos dispuestos en cada una de las tiendas,
los ubicados en los extremos cortos del rectángulo y las ya señaladas seis
entradas de la construcción.
La
contribución de Gándara a la problemática de los mercados no ha quedado
reflejada ni en los Libros de Actas del Ayuntamiento ni en expediente alguno,
por lo que, aun siendo difícil pensar que su trabajo quedase archivado como una
aportación más, a tenor de lo expuesto, eso pudo ser lo que verdaderamente
sucedió. Entre las posibles causas que pudieron acabar por frustrar las
intenciones de Gándara debemos señalar una fundamental: la oposición del
Cabildo catedralicio a la construcción, debido a la proximidad a la catedral,
de un mercado en la plaza de Portugalete. Durante años, Ayuntamiento y Cabildo
negociaron, hasta que en mayo de 1863 llegaron, definitivamente, a un acuerdo.
Para entonces, Gándara ya estaba al frente del proyecto del Calderón y Martín
Saracíbar a punto de abandonar su puesto de Arquitecto Municipal, por lo que se
complicaba, todavía más, la ejecución de cualquiera de los dos proyectos. Sin
embargo, la oposición eclesiástica sólo fue una de las muchas dificultades que
encontraron todos los proyectos de mercados. En este caso, las continuas
reformas de aquellos, lo obsoleto que alguno de ellos resultaba tras el paso
del tiempo, los informes negativos de la Administración, los problemas
económicos, constructivos y los surgidos en torno a los emplazamientos, además
de la pasividad mostrada, durante una época, por el Ayuntamiento, hizo que
Valladolid no disfrutara de un mercado cubierto hasta los años ochenta, tiempo
en que se ejecutaron los tres proyectos llevados a cabo por el nuevo Arquitecto
Municipal, Joaquín Ruiz Sierra.
BIBLIOGRAFÍA
DOMÍNGUEZ
BURRIEZA, Francisco Javier: “Aproximación a la obra de Jerónimo de la Gándara:
Dos proyectos inéditos en Valladolid”, B.S.A.A.,
Tomo LXXI-2, 2005, pp. 313-331. Para descargarte el artículo, pulsa aquí
You may be interested in a portrait of Jerónimo de la Gándara after teh civil war see https://www.thecollectingbug.com/theworldofdaguerreotypes~3tintypes~usa0039/item?3
ResponderEliminar