viernes, 15 de diciembre de 2017

EXPOSICIÓN: EL MUNDO DE GIORGIO DE CHIRICO


El CaixaFórum de Madrid acoge entre el 23 de noviembre y el 18 de febrero una de las exposiciones más interesantes y relevantes que recuerdo, ya no solo por la entidad del artista a quien está dedicada, el genial pintor italiano Giorgio de Chirico (Volos, 1888 - Roma, 1978), fundador de la pintura metafísica, sino también por la cantidad y calidad de las obras expuestas (están casi todas sus obras maestras), y por la disposición arquitectónica de la exposición, la cual parece querer recordar con esos arcos de medio punto las famosas "plazas italianas" de las pinturas del periodo metafísico del artista. Asimismo, la exposición cuenta con otras dos cosas a su favor: que reúne parte de la producción escultórica del artista, así como un interesantísimo documental con entrevistas tanto a él como a personas cercanas a su figura, caso de su mujer, en las cuales queda claro que el genio italiano era un hombre inteligente, tímido, buena gente y socarrón. Para finalizar esta breve introducción, tras la cual se pasará a profundizar en la exposición mediante la inclusión de los textos que figuran en la misma, quiero agradecer sinceramente al CaixaFórum la delicadeza de dejar tomar fotografías, las cuales aparte de ser un recuerdo para las personas que la toman no dejan de ser un buen instrumento para hacer publicidad de la misma y darla a conocer a más gente que no se ha enterado de su existencia. Ya podrían aprender otros museos y fundaciones.
La obra de Giorgio de Chirico se articula en dos expresiones artísticas principales: una visión naturalista del mundo con temas clásicos del retrato y del autorretrato, del paisaje y de la naturaleza muerta, y una indagación en el sentido de la existencia y del universo que cobra forma en el arte metafísicos. Este último, inventado por el artista en Florencia en el año 1910, revela “un mundo existente fuera de las cosas conocidas por el espíritu humano”. Nacen las plazas de Italia, los maniquíes y los interiores metafísicos, temas en los que parece producirse una suspensión temporal en imágenes que muestran un espacio detenido, exento de indicios de vida y de movimiento. El artista representa espectáculos misteriosos que sugieren el infinito y la eternidad, y otros que muestran construcciones complejas, formadas por coloridos objetos incongruentes dispuestos en distintos planos. Esta nueva forma de arte, que se aparta radicalmente de las búsquedas vanguardistas imperantes en el segundo decenio del siglo XX, marcó profundamente al arte e inspiró el surrealismo y todas las formas artísticas que exploran el inconsciente y el sueño.

Giorgio de Chirico
Desde los albores de su carrera hasta el último período, la obra de De Chirico se distingue por una continua búsqueda en varios niveles: el técnico y el pictórico, el estético y el de la idea artística. De estos, el tercero fundamenta toda su actividad, nunca saciada de descubrimientos iconográficos y simbólicos en los cuales indagar sobre la relación del hombre con la naturaleza, la historia y la poesía. En temas como los gladiadores, De Chirico funde la teatralidad de la acción con la recuperación de la heroicidad del mundo clásico.
La exposición abre una perspectiva sobre los temas iconográficos más significativos del dilatado recorrido de la producción artística de De Chirico con obras de pintura, escultura, dibujo y acuarela, que datan de 1913 a 1976. Estructurada en seis secciones, los distintos temas, estilos y ambientaciones se entrelazan y muestran su complementariedad: del maniquí al trovador, de los arqueólogos a las musas y a los personajes mitológicos, de los temas épicos tomados del mundo renacentista y barroco, al último periodo neometafísico de los años 1968-1976.

Retratos y autorretratos
Para De Chirico, el retrato es el género clásico por excelencia, al cual se dedicó durante toda su actividad artística, desde el primer periodo metafísico hasta sus últimas obras. Cada época y cada fase de su creatividad se refleja en los retratos contemporáneos. La psicología, tanto como la ironía, son características integrantes de sus retratos, y, de hecho, éstos nunca son simples representaciones de un personaje determinado, sino que tienden a captar su manera íntima de sentir.

Autorretrato (1925)
Autorretrato con vestido negro (1948)

Interiores metafísicos
El tema nació durante la guerra en Ferrara, donde, con uniforme de soldado, De Chirico estuvo desde mediados de 1915 hasta finales de 1918. Los interiores metafísicos son composiciones en que la perspectiva acelerada arrastra los elementos arquitectónicos de una estancia, en cuyo centro surgen un conjunto de instrumentos de dibujo y otros objetos incongruentes. Recursos como la abertura de una ventana o el cuadro dentro del cuadro presentan escenarios con paisajes arqueológicos y naturales, fábricas y plazas. De Chirico compara el suelo de madera sobre el que surgen estas nuevas visiones con el puente de un paquebote, y especifica que el reclamo náutico "tiene un significado profundo para quien pretenda penetrar en la compleja psique de ese nuevo pathos" (1919).

Interior metafísico con cabeza de Esculapio (1969)
El gran trofeo misterioso (1973)
Interior metafísico con cabeza de caballo (1968)
Interior metafísico con taller y vista sobre la plaza (h. 1969)

Plaza de Italia y maniquíes
La plaza de Italia es el tema más famoso del arte metafísico. Nació en 1910 en Florencia a partir de una revelación que Giorgio de Chirico plasmó en el cuadro El enigma de una tarde de otoño. Lo desarrolló en París entre 1911 y 1915 en imágenes que pierden la objetividad de la perspectiva renacentista, con lo que quiso “expresar ese sentimiento tan fuerte y misterioso que había descubierto en los libros de Nietzsche”.
Simultáneamente nació el maniquí, un ser con la cabeza ovoide y el cuerpo formado por elementos geométricos. Esta figura sin rostro, despojada de todo detalle personalizador, resplandece con una expresión luminosa y el pathos del ser. El maniquí ocupa un lugar central en el universo imaginario, filosófico y figurativo del artista, desde los personajes míticos de Héctor y Andrómaca, pasando por el trovador y las musas inquietantes, hasta el desarrollo de la figura del arqueólogo en los años veinte, un “maniquí sentado” con pórticos, templos antiguos y elementos naturales encastrados en el vientre.

Las musas inquietantes (1947). Firmado 1925
Plaza de Italia con fuente (h. 1968). Firmado 1954
Poesía de verano (1970). Firmado 1947
La musa del silencio (1973)
El contemplador (1976)
Baños misteriosos
Este enigmático tema nació en 1934 con las diez litografías publicadas en Mythologie, de Jean Cocteau. Poco después lo trasladó a la pintura y lo retomó plenamente en el periodo neometafísico (1968-1976). Está centrado en la representación del agua como una trama densa de líneas dispuestas en zigzag, como en el diseño de algunos suelos de parqué. En escenas ambientadas en un paisaje abierto, hombres desnudos se sumergen en piscinas de “agua-parqué”, mientras que hombres vestidos según la moda de los años treinta están de pie o sentados alrededor de las piscinas, cerca de casetas de baño. Desnudos clásicos y centauros acrecientan la fascinación mítica del tema, mientras que banderitas de colores, pelotas de plata y cisnes gigantes aligeran la atmósfera del tiempo suspendido.
De Chirico explicó el origen del tema. “La idea de los “baños misteriosos” se me ocurrió una vez que estaba en una casa en la que habían pulido mucho el suelo con cera. Había allí un señor que caminaba delante de mí, cuyas piernas se reflejaban en el suelo. Tuve la impresión de que podría sumergirse en ese suelo, como en una piscina, y que podría moverse e incluso nadar”.

Baños misteriosos (h. 1965). Firmado 1939
Baños misteriosos, llegando del paseo (1971)

Historia y naturaleza
De Chirico se dedicó a la recuperación de los valores de un pasado artístico glorioso y a redescubrir la tradición pictórica de los grandes maestros con composiciones que evocan la historia como un pasado en el cual la naturaleza tiene una presencia constante e irrenunciable.
Las naturales muertas de De Chirico, recuerdos de la opulencia barroca del género, aparecen en el marco de paisajes naturalistas y pese a ello irreales, y a menudo acompañadas de un elemento antiguo (una estatua, un templo) que ofrece una sensación de desubicación. Inspirándose en el inglés still life o en el alemán stilleben, le gustaba definirlas como "vidas silenciosas": "Recordad que a la expresión naturaleza muerta, tan fea, [...] le corresponde, en otro idioma, una expresión más profunda y auténtica, y mucho más amable y poética: vida silenciosa. Escuchar, entender, aprender a expresar la voz remota de las cosas, ese es el camino y la meta del arte" (1938).
Del mismo modo, los paisajes de De Chirico, en los cuales caballeros errantes y castillos lejanos son testimonios de la memoria de una historia pasada, se avienen con el relato infinito de los misteriosos destinos de una notable humanidad.

Minerva (cabeza) con fruta (1973)
Venecia, Isla de San Giorgio (1957)


Mundo clásico y gladiadores
"¡Gladiadores! Esta palabra contiene un enigma...", tal como escribió en Hebdomeros en 1929. El tema de los gladiadores y los combates aparece por primera vez en 1927. El artista desarrolló y enriqueció esta temática, hasta convertirla en una de las más logradas de su actividad pictórica, a la que regresó en su último periodo neometafísico.
Los gladiadores, héroes destinados a morir, se transforman en actores; la arena se convierte en una escenografía teatral; su inevitable muerte ya no es más que una representación. La ambigüedad de realidad y ficción presente en estas pinturas, cuya intención es aportar un sentido de desorientación, no es más que otro de los juegos intelectuales del artista, con las mismas características de cuando "pone en escena" el mundo clásico con sus ruinas y sus personajes mitológicos, inmersos en sugestivas atmósferas que surgen de la memoria y en la nostalgia de la antigüedad mediterránea que tanto le apasionaba. Es en estas composiciones donde también toma cuerpo el antiguo mito de los caballos, lanzados al galope en paisajes que evocan la grandeza épica del mundo clásico.

El retorno de Ulises (1973)

Combate con un león (1969)
Cuatro gladiadores en la habitación con vistas al Coliseo (1965)
Hipólito y sus compañeros (1963)
Los caballos de Aquiles (1965)
Composición con cabeza de Júpite (h. 1970). Firmado 1942

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