El
CaixaFórum de Madrid acoge entre el 23 de noviembre y el 18 de febrero una de
las exposiciones más interesantes y relevantes que recuerdo, ya no solo por la
entidad del artista a quien está dedicada, el genial pintor italiano Giorgio de
Chirico (Volos, 1888 - Roma, 1978), fundador de la pintura metafísica, sino
también por la cantidad y calidad de las obras expuestas (están casi todas sus
obras maestras), y por la disposición arquitectónica de la exposición, la cual
parece querer recordar con esos arcos de medio punto las famosas "plazas
italianas" de las pinturas del periodo metafísico del artista. Asimismo,
la exposición cuenta con otras dos cosas a su favor: que reúne parte de la
producción escultórica del artista, así como un interesantísimo documental con
entrevistas tanto a él como a personas cercanas a su figura, caso de su mujer,
en las cuales queda claro que el genio italiano era un hombre inteligente,
tímido, buena gente y socarrón. Para finalizar esta breve introducción, tras la
cual se pasará a profundizar en la exposición mediante la inclusión de los
textos que figuran en la misma, quiero agradecer sinceramente al CaixaFórum la
delicadeza de dejar tomar fotografías, las cuales aparte de ser un recuerdo
para las personas que la toman no dejan de ser un buen instrumento para hacer
publicidad de la misma y darla a conocer a más gente que no se ha enterado de
su existencia. Ya podrían aprender otros museos y fundaciones.
La obra
de Giorgio de Chirico se articula en dos expresiones artísticas principales:
una visión naturalista del mundo con temas clásicos del retrato y del
autorretrato, del paisaje y de la naturaleza muerta, y una indagación en el
sentido de la existencia y del universo que cobra forma en el arte metafísicos.
Este último, inventado por el artista en Florencia en el año 1910, revela “un
mundo existente fuera de las cosas conocidas por el espíritu humano”. Nacen las
plazas de Italia, los maniquíes y los interiores metafísicos, temas en los que
parece producirse una suspensión temporal en imágenes que muestran un espacio
detenido, exento de indicios de vida y de movimiento. El artista representa
espectáculos misteriosos que sugieren el infinito y la eternidad, y otros que
muestran construcciones complejas, formadas por coloridos objetos incongruentes
dispuestos en distintos planos. Esta nueva forma de arte, que se aparta
radicalmente de las búsquedas vanguardistas imperantes en el segundo decenio
del siglo XX, marcó profundamente al arte e inspiró el surrealismo y todas las
formas artísticas que exploran el inconsciente y el sueño.
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Giorgio de Chirico |
Desde
los albores de su carrera hasta el último período, la obra de De Chirico se
distingue por una continua búsqueda en varios niveles: el técnico y el pictórico,
el estético y el de la idea artística. De estos, el tercero fundamenta toda su
actividad, nunca saciada de descubrimientos iconográficos y simbólicos en los
cuales indagar sobre la relación del hombre con la naturaleza, la historia y la
poesía. En temas como los gladiadores, De Chirico funde la teatralidad de la
acción con la recuperación de la heroicidad del mundo clásico.
La
exposición abre una perspectiva sobre los temas iconográficos más
significativos del dilatado recorrido de la producción artística de De Chirico
con obras de pintura, escultura, dibujo y acuarela, que datan de 1913 a 1976.
Estructurada en seis secciones, los distintos temas, estilos y ambientaciones
se entrelazan y muestran su complementariedad: del maniquí al trovador, de los
arqueólogos a las musas y a los personajes mitológicos, de los temas épicos
tomados del mundo renacentista y barroco, al último periodo neometafísico de
los años 1968-1976.
Retratos
y autorretratos
Para De
Chirico, el retrato es el género clásico por excelencia, al cual se dedicó
durante toda su actividad artística, desde el primer periodo metafísico hasta
sus últimas obras. Cada época y cada fase de su creatividad se refleja en los
retratos contemporáneos. La psicología, tanto como la ironía, son características
integrantes de sus retratos, y, de hecho, éstos nunca son simples representaciones
de un personaje determinado, sino que tienden a captar su manera íntima de
sentir.
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Autorretrato (1925) |
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Autorretrato con vestido negro (1948) |
Interiores
metafísicos
El tema
nació durante la guerra en Ferrara, donde, con uniforme de soldado, De Chirico
estuvo desde mediados de 1915 hasta finales de 1918. Los interiores metafísicos
son composiciones en que la perspectiva acelerada arrastra los elementos
arquitectónicos de una estancia, en cuyo centro surgen un conjunto de instrumentos
de dibujo y otros objetos incongruentes. Recursos como la abertura de una
ventana o el cuadro dentro del cuadro presentan escenarios con paisajes
arqueológicos y naturales, fábricas y plazas. De Chirico compara el suelo de
madera sobre el que surgen estas nuevas visiones con el puente de un paquebote,
y especifica que el reclamo náutico "tiene un significado profundo para
quien pretenda penetrar en la compleja psique de ese nuevo pathos" (1919).
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Interior metafísico con cabeza de Esculapio (1969) |
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El gran trofeo misterioso (1973) |
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Interior metafísico con cabeza de caballo (1968) |
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Interior metafísico con taller y vista sobre la plaza (h. 1969) |
Plaza
de Italia y maniquíes
La
plaza de Italia es el tema más famoso del arte metafísico. Nació en 1910 en
Florencia a partir de una revelación que Giorgio de Chirico plasmó en el cuadro
El enigma de una tarde de otoño. Lo desarrolló en París entre 1911 y
1915 en imágenes que pierden la objetividad de la perspectiva renacentista, con
lo que quiso “expresar ese sentimiento tan fuerte y misterioso que había
descubierto en los libros de Nietzsche”.
Simultáneamente
nació el maniquí, un ser con la cabeza ovoide y el cuerpo formado por elementos
geométricos. Esta figura sin rostro, despojada de todo detalle personalizador,
resplandece con una expresión luminosa y el pathos del ser. El maniquí
ocupa un lugar central en el universo imaginario, filosófico y figurativo del
artista, desde los personajes míticos de Héctor y Andrómaca, pasando por el
trovador y las musas inquietantes, hasta el desarrollo de la figura del
arqueólogo en los años veinte, un “maniquí sentado” con pórticos, templos
antiguos y elementos naturales encastrados en el vientre.
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Las musas inquietantes (1947). Firmado 1925 |
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Plaza de Italia con fuente (h. 1968). Firmado 1954 |
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Poesía de verano (1970). Firmado 1947 |
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La musa del silencio (1973) |
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El contemplador (1976) |
Baños misteriosos
Este
enigmático tema nació en 1934 con las diez litografías publicadas en
Mythologie, de Jean Cocteau. Poco después lo trasladó a la pintura y lo retomó
plenamente en el periodo neometafísico (1968-1976). Está centrado en la
representación del agua como una trama densa de líneas dispuestas en zigzag,
como en el diseño de algunos suelos de parqué. En escenas ambientadas en un
paisaje abierto, hombres desnudos se sumergen en piscinas de “agua-parqué”,
mientras que hombres vestidos según la moda de los años treinta están de pie o
sentados alrededor de las piscinas, cerca de casetas de baño. Desnudos clásicos
y centauros acrecientan la fascinación mítica del tema, mientras que banderitas
de colores, pelotas de plata y cisnes gigantes aligeran la atmósfera del tiempo
suspendido.
De
Chirico explicó el origen del tema. “La idea de los “baños misteriosos” se me
ocurrió una vez que estaba en una casa en la que habían pulido mucho el suelo
con cera. Había allí un señor que caminaba delante de mí, cuyas piernas se
reflejaban en el suelo. Tuve la impresión de que podría sumergirse en ese
suelo, como en una piscina, y que podría moverse e incluso nadar”.
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Baños misteriosos (h. 1965). Firmado 1939 |
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Baños misteriosos, llegando del paseo (1971) |
Historia
y naturaleza
De
Chirico se dedicó a la recuperación de los valores de un pasado artístico
glorioso y a redescubrir la tradición pictórica de los grandes maestros con
composiciones que evocan la historia como un pasado en el cual la naturaleza
tiene una presencia constante e irrenunciable.
Las
naturales muertas de De Chirico, recuerdos de la opulencia barroca del género,
aparecen en el marco de paisajes naturalistas y pese a ello irreales, y a
menudo acompañadas de un elemento antiguo (una estatua, un templo) que ofrece
una sensación de desubicación. Inspirándose en el inglés still life o en
el alemán stilleben, le gustaba definirlas como "vidas
silenciosas": "Recordad que a la expresión naturaleza muerta,
tan fea, [...] le corresponde, en otro idioma, una expresión más profunda y
auténtica, y mucho más amable y poética: vida silenciosa. Escuchar,
entender, aprender a expresar la voz remota de las cosas, ese es el camino y la
meta del arte" (1938).
Del
mismo modo, los paisajes de De Chirico, en los cuales caballeros errantes y
castillos lejanos son testimonios de la memoria de una historia pasada, se
avienen con el relato infinito de los misteriosos destinos de una notable
humanidad.
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Minerva (cabeza) con fruta (1973) |
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Venecia, Isla de San Giorgio (1957) |
Mundo
clásico y gladiadores
"¡Gladiadores!
Esta palabra contiene un enigma...", tal como escribió en Hebdomeros
en 1929. El tema de los gladiadores y los combates aparece por primera vez en
1927. El artista desarrolló y enriqueció esta temática, hasta convertirla en
una de las más logradas de su actividad pictórica, a la que regresó en su
último periodo neometafísico.
Los
gladiadores, héroes destinados a morir, se transforman en actores; la arena se
convierte en una escenografía teatral; su inevitable muerte ya no es más que
una representación. La ambigüedad de realidad y ficción presente en estas
pinturas, cuya intención es aportar un sentido de desorientación, no es más que
otro de los juegos intelectuales del artista, con las mismas características de
cuando "pone en escena" el mundo clásico con sus ruinas y sus
personajes mitológicos, inmersos en sugestivas atmósferas que surgen de la
memoria y en la nostalgia de la antigüedad mediterránea que tanto le
apasionaba. Es en estas composiciones donde también toma cuerpo el antiguo mito
de los caballos, lanzados al galope en paisajes que evocan la grandeza épica
del mundo clásico.
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El retorno de Ulises (1973) |
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Combate con un león (1969) |
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Cuatro gladiadores en la habitación con vistas al Coliseo (1965) |
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Hipólito y sus compañeros (1963) |
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Los caballos de Aquiles (1965) |
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Composición con cabeza de Júpite (h. 1970). Firmado 1942 |
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