En
el bello Convento de Santa Isabel de Valladolid se conservan muchas obras de
artes de primera categoría, hechas por algunos de los más excelsos artífices
que moraron en la “capital” del Pisuerga: Diego Valentín Díaz, Juan de Juni,
Gregorio Fernández, Juan Imberto, Isidro Villoldo, etc… Otro día hablaremos de
los tesoros que custodia este cenobio, hoy nos centraremos en las dos imágenes
de San Francisco de Asís con que Juan de Juni cuenta en este convento: una en
la iglesia y otra en la clausura, presidiendo una capilla intitulada “de San
Francisco”, una de las más bellas capillas claustrales con que aún cuenta
Valladolid.
San
Francisco arrodillado (h. 1560)
Preside
un retablo ubicado en el muro del evangelio de la iglesia, obra también realizada
por Juan de Juni. Antes estuvo situado en el lado de la epístola, donde lo vio
Bosarte al iniciarse el siglo XIX y todavía seguía en la década de 1960. Lo
enmarcaba entonces, al igual que a otro dedicado a la Inmaculada situado en el
lado del evangelio, un arco de medio punto de escaso resalte, adornado en el
fondo con pinturas fingiendo mosaico.
La
arquitectura del retablo muestra una concepción general alejada de sus
propuestas más manieristas en favor de un mayor clasicismo pero, a pesar de
ello, son reconocibles elementos decorativos muy personales de Juni. Se
organiza con banco y cuerpo único, ambos divididos en tres calles, más el
ático. Se compartimenta el banco con cuatro ménsulas: las extremas llevan
calaveras y tiras textiles mientras que las centrales son robustos angelitos
atlantes que juguetean con telas, “el que se pone el
brazo delante de la frente –dice Bosarte–es de una belleza
inexplicable” Entre las ménsulas hay pequeñas pinturas representando a San Francisco en oración, La toma del hábito por el San Francisco
y la Muerte de San Francisco. Sobre
las ménsulas se alzan las cuatro columnas corintias, entorchadas, que
estructuran el cuerpo. En los intercolumnios laterales hay pinturas de San Bernardino, en el lado del
evangelio, y de los santos Pedro y Pablo,
en el de la epístola, obra del pintor Jerónimo Vázquez. Sobre ellas reaparecen
ángeles retozones levantando un cortinaje que recurre la anchura de las tres
calles, por detrás de la figura en bulto de San Francisco, situada en el
intercolumnio central. Remata el cuerpo un friso de serafines, de mofletudos y
sonrientes rostros, dos de los cuales, los situados en el medio se besan
graciosamente. El ático se forma por una caja central, que alberga la pintura
de la Estigmatización de San Francisco,
coronada por un frontón cuyo vértice se incurva hacia abajo para acoger un medallón
con inscripción alusiva a las indulgencias otorgadas al altar. A los lados hay
aletones decorados con puntas de diamante y bolas.
Como
es habitual en Juni, la escultura de San Francisco (1,38 m.) sobrepasa el
espacio en que se halla colocado buscado ese voluntario agobio espacial. Está
arrodillado pero en postura tan poco convencional que ha atraído hacia la
escultura los más encendidos elogios y también algunas críticas. Desde luego su
más ardiente defensor fue, una vez más, Bosarte aunque en su descripción se
incluyen también las posibles objeciones: “Está la efigie de San
Francisco arrodillado contemplando un Crucifijo que tiene en la mano izquierda,
y la derecha al pecho. El diseño de esta figura es de tanta ferocidad, que
sobrepuja toda comparación. Su tamaño es del natural; pero reducido a tan breve
espacio, que es un ejemplo inimitable de lo que se llama ordenanza. Los
rigoristas del decoro podrán oponer a esta figura que su actitud o postura es
violenta. Semejantes cargos ya se los harían a Juni cuando vivía. No sabemos lo
que él respondería a sus críticos…”. Tras alabar entusiasta los detalles de
la decoración del retablo, añade: “Aunque cada parte de
esta obra es maravillosa, todo cede a la cabeza de San Francisco. Parece que se
propuso emular la del Laoconte”. Pero Juni va más allá de los modelos
clásicos y debe “recurrir
al fondo de todo su talento” para lograr que el rostro del santo exprese “la profunda humildad,
la compunción, el abatimiento del ánimo, en desprecio de sí mismo, y la más ardiente
devoción”.
La
figura se vuelve sobre sí misma en forzadísima serpentinata que discurre desde
el expresivo rostro, vuelto a la izquierda hasta el pie de ese lado, en forzada
posición. Los pliegues del hábito, el cordón franciscano y la disposición de
los brazos subrayan el mismo movimiento. La mano derecha, nervuda y expresiva,
se crispa sobre el pecho en actitud de entrega; sobre el antebrazo izquierdo
descansa un libro abierto mientras que con la mano sujeta el Crucifijo. Es muy
interesante esta escultura, “cuadro dentro del cuadro” podría decirse, el más
pequeño crucificado hecho por Juni pero verdadera obra maestra, de corrección
anatómica no igualada en las piezas mayores. La figura está encarnada a
pulimento en tanto que la policromía del hábito franciscano, repintada
probablemente en el siglo XVIII, es plana con motivos de florones dorados.
San
Francisco de Asís de pie (¿Hacia 1560?)
San
Francisco (1,38 m.) aparece representado de pie, con sólo un ligero movimiento
insinuado por avance de la pierna izquierda y el leve giro de la cabeza; es en
realidad una de las más estáticas figuras de su autor. La mano izquierda,
nerviosa y expresiva, sostiene abierto el libro de la Orden y un Crucifijo (hoy
perdido), en tanto que la derecha gesticula comedida. Grave y solemne es
también la expresión del noble rostro, que mira de soslayo con cierta
melancolía. La policromía, que corresponde a un momento posterior, se adorna
con grandes y aisladas piñas doradas.
Se
encuentra en un pequeño retablo de una capilla, situada en el claustro bajo
pero comunicada con la iglesia a través de una reja, que en 1550 vendió el
convento al matrimonio formado por el doctor Francisco de Espinosa y doña Juana
de Herrera. Dos años después, muerto don Francisco, recayó el patronazgo en su
hijo mayor el doctor Jerónimo de Espinosa, dos de cuyas hermanas eran,
respectivamente, abadesa y monja en el propio cenobio. Él se encargaría de
adornar la capilla y, seguramente, de costear la escultura.
Considerado
por Martín González como obra hecha por Juni en el último decenio de su vida,
recientemente Urrea ha sugerido una fecha más temprana y próxima al San
Francisco arrodillado de la misma iglesia.
BIBLIOGRAFÍA
- FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: Juan de Juni: escultor, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2012.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y DE LA PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XV. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (2ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 2001.
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