Hoy
os presento este artículo que escribí este año para la excelente revista del
Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, Laboratorio de Arte, cuya lectura os recomiendo fervientemente, además de agradecerla el que
siga publicando artículos de investigación en papel. Si queréis descargaros el artículo pulsad aquí. Y si os interesa la figura del escultor Pedro de Ávila,
podéis conocer más sobre su vida y obra en mi tesis doctoral, la cual podéis consultar aquí.
En
la iglesia de San Marcos de Sevilla se conserva un busto de Dolorosa (62 x 45 cm.) de escuela vallisoletana que cabe
atribuir a Pedro de Ávila, el mejor artífice con el que contó la ciudad del
Pisuerga durante el primer tercio del siglo XVIII. Tan solo sabemos de ella que
fue donada a la iglesia sevillana hace 10 o 12 años por un sacerdote vallisoletano
que la tenía colocada en su oratorio privado. Actualmente se encuentra en el
altar mayor a los pies de un Crucifijo.
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PEDRO DE ÁVILA. Busto de Dolorosa. (Hacia 1714-1725). Iglesia de San Marcos. Sevilla © Jesús Romanov López-Alfonso |
Aunque
creo que ya hemos trazado alguna vez una breve biografía suya, cabe decir que Pedro
de Ávila nació en Valladolid en 1678, siendo el cuarto de los hijos del
matrimonio formado por el escultor Juan de Ávila y Francisca Ezquerra. Se formó
con su padre, al cual ayudaría en alguna de sus grandes empresas, como el
retablo mayor de la iglesia de Santiago de Valladolid (1698-1702), y
posteriormente hacia 1700 con Juan Antonio de la Peña, otro de los grandes
escultores vallisoletanos de la segunda mitad del siglo XVII y su futuro suegro.
Con estos dos maestros, herederos de la tradición de Gregorio Fernández, Pedro
de Ávila estaba encaminado a ser un maestro de similares características; sin
embargo, un supuesto viaje a Madrid (entre 1705-1707), solo cabe esa
posibilidad, cambió su rumbo ya que allí recibiría diversas influencias
(madrileña, andaluza, italiana) ya que por entonces la capital de España era un
crisol. El elemento más destacado que aprendió en Madrid fue el “pliegue a
cuchillo” o “pliegue berninesco”, del cual fue su introductor en la escuela
castellana hacia 1714. Este paño de configuración tan aristada, que surgiría en
Madrid por la influencia de las esculturas napolitanas, aportaba mayor
dinamismo y vértigo a las composiciones. De ahí, y de las diversas esculturas
de Pedro de Mena y José de Mora que se conservaban en la Villa y Corte, sería
de dónde aprendería esta técnica el artífice vallisoletano.
Tras
volver a la capital del Pisuerga se convertiría en poco tiempo en el escultor
de mayor prestigio del foco vallisoletano, llegando a ocupar cargos como el de
maestro mayor de escultura del obispado de Valladolid. Su supremacía abarcó
todo el primer tercio del siglo XVIII. Ya en la década de 1730 el escultor
riosecano Pedro Sierra tras su aprendizaje en los Reales Sitios y en Toledo
iría ganándole poco a poco la partida hasta que en 1739 el anciano escultor
quedó ciego. Entre su numerosa obra, de la cual hay poca catalogada (aunque su
estilo es tan particular que apenas presenta problemas de identificación), destacan
el San José con el Niño (1714) de la
catedral de Valladolid y las imágenes de San
Pedro, San Pablo, la Magdalena,
el Cristo del Olvido y la Inmaculada (1720) para el Oratorio de
San Felipe Neri de la misma ciudad. Las dos últimas piezas están consideradas,
con toda razón, como sus obras maestras.
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PEDRO DE ÁVILA. San Pedro (1720). Oratorio de San Felipe Neri. Valladolid |
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PEDRO DE ÁVILA. San Pablo (1720). Oratorio de San Felipe Neri. Valladolid |
Además
del busto que presentaremos continuación, a Pedro de Ávila se le atribuyen con
plena seguridad otros cuatros cuatro bustos de Dolorosa, además de la Virgen del Refugio conservada en la
vallisoletana parroquia de El Salvador que puede ser considerada una derivación
de esta tipología: se trata de los dos del Museo Nacional de Escultura, y los del Monasterio de
Santa Brígida de Valladolid y Fundación Caja Cantabria de Santillana del Mar (Cantabria). Todos ellos son
similares entre sí aunque cada uno con ciertas peculiaridades; y, además, el
busto sevillano posee similares características a los anteriormente referidos:
con todas ellas coincide en la disposición de los brazos y en la mirada hacia
el cielo.
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PEDRO DE ÁVILA (atrib.). Virgen del Refugio (Hacia 1716). Iglesia del Salvador. Valladolid |
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PEDRO DE ÁVILA (atrib.). Busto de Dolorosa (ca. 1714-1721). Monasterio de Santa Brígida. Valladolid |
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PEDRO DE ÁVILA (atrib.). Busto de Dolorosa (ca. 1721). Fundación Caja Cantabria. Santillana del Mar (Cantabria) |
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PEDRO
DE ÁVILA (atrib.). Busto de Dolorosa (ca. 1714-1720). Museo Nacional de
Escultura. Valladolid. © Museo Nacional de Escultura |
En
definitiva, se trata de un busto de tamaño cercano al natural realizado en
madera policromada al pulimento. Está cortado horizontalmente un poco por
debajo de la cintura, de tal manera que la aparición del manto en la parte baja
proporciona una base y estabilidad a la pieza. La visión de la escultura es
totalmente frontal, a pesar de lo cual se trata de una imagen que transmite
cierto dinamismo.
Este
busto de Dolorosa, al igual que el resto que se atribuyen a Pedro de Ávila,
está directamente inspirado en la Dolorosa
de la Vera Cruz que Gregorio Fernández realizó para el paso procesional del
Descendimiento (1623) de la Cofradía
Penitencial de la Santa Vera Cruz de Valladolid. De ella toma la composición
general, la vestimenta y la manera de levantar la mirada hacia el cielo buscando
la visión del Hijo muerto siendo descendiendo de la cruz. Hay que reseñar que
Pedro de Ávila llegó a realizar alguna copia literal de Fernández, si bien en ocasiones
como en ésta tan solo se inspiró en su obra para a partir de ahí realizar una
escultura más personal.
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GREGORIO FERNÁNDEZ. Virgen de la Vera Cruz (1623). Iglesia Penitencial de la Santa Vera Cruz. Valladolid |
La
Virgen se lleva la mano derecha al pecho de una manera muy elegante y
transmitiendo una profunda sensación de dolor contenido. No hemos de olvidar
que se trata de una Dolorosa al pie de la cruz. Por su parte, la mano izquierda
la levanta levemente realizando un típico gesto declamatorio. Se trata de unas
manos muy delicadas y que forman una diagonal típicamente barroca, en la que
sus dedos siguen un modelo estereotipado que es constante en la obra de Ávila:
el pulgar y el meñique los mantiene casi inmóviles; en cambio, con el índice y
el medio realiza una “V”, teniendo el primero de ellos algo doblado y el
segundo estirado; por su parte, el anula lo dobla hacia abajo. Desconozco si
las manos están talladas en el propio cuerpo o bien esculpidas aparte y unidas
al conjunto mediante un vástago.
Viste
túnica roja ceñida a la cintura por un cíngulo. Ávila simula a la perfección
los numerosos pequeños pliegues formados por el ajustado entallado del cíngulo.
Por encima tiene echado un manto azul que le cubre la cabeza, la espalda y
parte del vientre. Por debajo del manto, tiene sobre la cabeza un pañuelo
blanco que esconde por completo los cabellos. Este pañuelo se encuentra
extendido de tal manera que cae en dos franjas a ambos lados del rostro hasta
cruzarse a la altura del pecho, una de estas franjas se prologa hasta el cíngulo,
el cual sirve para recogerlo. La policromía de todas estas prendas está realizada
con colores planos, si bien en los bordes de las mangas y del cuello se observa
una pequeña cenefa dorada.
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PEDRO DE ÁVILA. Busto de Dolorosa. (Hacia 1714-1725). Iglesia de San Marcos. Sevilla © Jesús Romanov López-Alfonso |
El
rostro adquiere los estilemas propios del escultor durante su segunda etapa, en
la cual ya ha pasado por Madrid y posee un estilo más personal y evolucionado,
pero a la vez estereotipado, motivo por el cual es muy sencilla la
identificación de nuevas obras del maestro vallisoletano. Esta estereotipación
no será pura puesto que en el rostro de cada escultura introduce ciertos
matices para crear diversidad. Así, el rostro acusa un perfecto juego de
calidades. La forma de la cabeza tiende al rectángulo, si bien en las figuras
femeninas, como es el caso, abandona la rectitud de la parte inferior en pos de
una curva pronunciada con algo de papada y un potente mentón. La frente es
amplia y despejada. Los ojos, realizados en tapilla vítrea, son almendrados y
con cierto rehundimiento. Cejas rectas con el ceño liso. Nariz recta, potente y
geometrizada, con el tabique nasal ancho y aplastado; desde la parte superior
de la nariz hasta la inferior va creciendo en anchura, formando algo parecido a
un triángulo isósceles. Las aletas nasales están levemente pronunciadas
mientras que las fosas nasales van perforadas, detalle que aporta un mayor
grado de realismo. Esta forma tan característica de nariz es uno de los
elementos que más ayudan a identificar las obras de este maestro. Boca pequeña
y entreabierta en la cual podemos observar la fila de dientes superior. Los
labios son muy finos y con las comisuras pronunciadas. Pómulos algo abultados y
con entonaciones rosáceas.
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PEDRO DE ÁVILA. Busto de Dolorosa. (Hacia 1714-1725). Iglesia de San Marcos. Sevilla © Jesús Romanov López-Alfonso |
Las
prendas presentan el consabido pliegue a cuchillo. Es especialmente destacable
la finura que logra en la parte superior del manto, la que le cubre la cabeza.
Llega a adelgazar la madera de forma tan virtuosa que no puede por menos de
recordarnos las creaciones de Pedro de Mena, especialmente los bustos de
Dolorosa.
Dado
el tamaño y su visión frontal es probable que este busto estuviera en origen
dentro de un escaparate y que hiciera pareja con un Ecce Homo, algo muy usual en
la escultura barroca castellana, y también en la andaluza. No es fácil
determinar una cronología puesto que solo contamos con el pliegue a cuchillo
para poder delimitarla un poco: Ávila comienza a utilizarlo hacia 1714 y en
1739 ya no trabajaba puesto que se había quedado ciego. Como con el paso de los
años los pliegues a cuchillo los fue haciendo más profundos, y en esta pieza no
son excesivamente cortantes, podríamos establecer una cronología hacia
1714-1725.
Aunque
se trata de una escultura de bastante calidad no llega al nivel excelso y de
gran minuciosidad que Pedro de Ávila logra en la mayoría de sus creaciones
personales por lo que no podríamos perder de vista otras dos opciones: que se
trate de una obra con amplia participación de taller en la que el maestro dio
las pautas y la ejecución corrió a cargo en su práctica totalidad de los
oficiales; o bien, que hubiera sido realizado por su hermano Manuel, el cual se
formó a su lado. Su personalidad artística se nos muestra aún en la penumbra
dado que siempre permaneció a la sombra de su hermano. De él podemos decir que
posee los estilemas del hermano aunque con unas formas menos aristadas. Además,
el rostro, y especialmente la forma de la nariz y la boca de la Virgen, son
similares a los de algunas de sus obras como puede ser el San Isidro del retablo mayor de Fuentes de Valdepero (Palencia).
BIBLIOGRAFÍA
- BALADRÓN
ALONSO, Javier y BRASAS, José Carlos: “Una Dolorosa castellana, obra del
escultor vallisoletano Pedro de Ávila, en la iglesia de San Marcos de Sevilla”,
Laboratorio de Arte, Nº 29, 2017, pp. 447-454.
- BALADRÓN
ALONSO, Javier: Los Ávila: una familia de
escultores barrocos vallisoletanos [Tesis doctoral], Universidad de
Valladolid, Valladolid, 2016.
- BURRIEZA
SÁNCHEZ, Javier: Civitatis Domina. La
Virgen de las Angustias y las gentes de Castilla, Ayuntamiento de
Valladolid, Valladolid, 2009.
- GARCÍA
MARTÍN, Enrique: Virgen de Pasión,
Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2002.
- RÉAU,
Louis: Iconografía de la Biblia. Nuevo
testamento, Ed. del Serbal, Barcelona, 2000.
- TRENS,
Manuel: María: iconografía de la virgen
en el arte español, Plus Ultra, Madrid, 1946.
- VV.AA.:
Pequeñas imágenes de la Pasión en
Valladolid [exposición abril-mayo 1987 Palacio de Villena], Ministerio de
Cultura, Madrid, 1987.
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