La yesería es un arte que además de resultar bastante económico da unos resultados espectaculares, sobre todo cuando hay una talla prolija y se policroma. Ya anteriormente hemos visto los casos de las Yeserías de la bóveda de la iglesia de San Juan Bautista de Rodilana (1563), excelente ejemplar renacentista debido a los hermanos Corral de Villalpando; y las Yeserías de la cúpula de la capilla de don Gaspar de Vallejo en la iglesia de Santiago de Valladolid (Anónimo, h. 1697). Pues bien, hoy vamos a ver quizás uno de los ejemplares más impresionantes de toda la provincia, y quizás de toda Castilla durante el Barroco. Se trata de las Yeserías de la cúpula de la capilla de Nuestra Señora del Carmen de la iglesia de Santiago de Alcazarén, capilla que además cuenta con el añadido de que el retablo de la misma posee un transparente que resulta ser doble puesto que al otro lado existe otro retablo. La explicación íntegra de las yeserías está tomada del artículo reflejado abajo de la profesora Fernández del Hoyo. Asimismo, aunque la mayor parte de las fotografías son mías, hay bastantes que se las debo a Víctor Gutiérrez e Ismael Catalina, que me las pasaron hace tiempo. Gracias.
La
parroquia de Santiago, de Alcazarén (Valladolid) -de la que ya hemos tratado al hablar de las pinturas murales góticas que aparecieron en su capilla mayor, que obligaron a adelantar el retablo mayor-, originariamente un edificio
románico mudéjar, experimentó profundas transformaciones en los siglos XVII y
XVIII. Adosada a la cabecera por el lado del evangelio se construyó en esta
última centuria una pequeña capilla, a modo de camarín con transparente,
dedicada a la Virgen del Carmen y que tiene acceso directo desde el presbiterio
del templo. En contraste con la sencillez de su arquitectura, un cuadrado sin
ningún ornamento arquitectónico, y sobre pechinas desornamentadas, se levanta
una media naranja adornada con yeserías polícromas de original diseño.
La
capilla estaba ya en construcción en mayo de 1762, fecha en que se anotan las
primeras cantidades “para la fábrica de
la capilla de Nuestra Señora del Carmen que con licencia de Su Sª Ilma. se está
haziendo en mi iglesia”. Quien consigna el pago es el párroco D. Diego
Ramírez de Arellano, que desempeñó un importante papel en la realización de la
obra aunque no pueda considerársele fundador o patrono de la capilla ya que
ésta se construyó con la aportación de los fieles. La capilla estaba terminada
en lo esencial en julio de 1768, cando el sacerdote rinde cuentas del coste de
la misma.
El
autor de las trazas fue el arquitecto Fray Antonio de San José Pontones,
religioso jerónimo en el convento de la Mejorada de Olmedo, quien acudió en
tres ocasiones a vigilar la marcha de las obras. Según afirma el párroco él
mismo costeó los gastos del arquitecto a quien “gratificó” por ambas
actuaciones. Su actividad como arquitecto se constata en diversas provincias
castellanas y en El Escorial, con especial dedicación a las obras públicas; su
estilo es, naturalmente, sobrio y desornamentado, en nada afecto a las
fantasías barrocas. Precisamente en 1762 Pontones supervisaba la construcción
del camarín del mismo Alcazarén, que realizaba al maestro Antonio Cecilia con
trazas probablemente suyas y que se decoraba también con yeserías “con los atributos de María Santísima”.
A la izquierda del ábside central observamos la capilla de Nuestra Señora del Carmen |
De
la construcción de la capilla del Carmen fueron responsables Joseph Muñoz y
Fernando Álvarez, maestros alarifes de Alcazarén, mientras que el artífice de
la talla fue Domingo Fernández Pedrosa, “de
oficio tallista vzº de la vª de Íscar” a quien se pagan 1.116 reales “por 75 días que se ocupó en la talla de yeso
de dha capª”.
La
decoración de la media naranja adopta una disposición radial, a partir de una
clave adornada con 4 cabezas de ángel en medio de follaje: 8 pilastras originan
8 segmentos trapezoidales de molduras mixtilíneas; unas y otros ostentan
yeserías. En el segundo que coincide con el remate del retablo, un águila
bicéfala coronada, que porta en sus garras espada y cetro, sirve de marco al
escudo del Carmelo; entre sus dos cabezas aparece otra humana; encima el
monograma de María, con corona imperial. En el resto de los espacios
trapezoidales, los emblemas de la Virgen: sol, luna, espejo, rosa, ciprés,
torre y palmera aparecen rodeados de un variado repertorio de formas de
raigambre claramente manierista, entre las que figuran grutescos, veneras,
cestas de frutas, vegetales, volutas, etc. que se repiten alternativamente dos
a dos. Bajo ellos, en el arranque de la cúpula, alternan cartelas rodeadas de
volutas y ramos con 4 grupos de dos sirenas enfrentadas que sostienen una
venera con una de sus manos mientras se llevan la otra al torso; bajo el águila
bicéfala aparece un ángel de cuerpo entero que parece llevarse un dedo a los
labios en actitud de reclamar silencio.
Sobre
las pilastras, y a modo de estípites figurados, se superponen figuras de torso
humano, vestidas con variados atuendos, que se resuelven en formas inorgánicas,
mascarones, ángeles-atlantes, emblemas musicales, cintas, drapeados, elementos
vegetales, etc. Cinco de ellas tocan instrumentos musicales de cuerda: violín,
guitarra, y de viento: serpentón, fagot y chirimía, en tanto que la sexta –que
difiere por su factura, tamaño y atavío– parece tener las manos vacías aunque
por su postura podría tocar unas invisibles castañuelas. Las dos pilastras que
restan acogen a las que parecen ser las figuras principales: el rey David,
barbado, con manto y corona, tañe el arpa; a su lado un personaje que con la
derecha parece dirigir la orquesta. Completando la decoración, cuatro niños de
bulto redondo se sientan sobre la cornisa con las piernas en el vacío; en sus
manos derechas quedan argollas que bien podrían haber servido para colgar
lámparas.
Todas
las figuras están talladas en yeso con bastante resalto, singularmente las
humanas que son también las más toscas dentro de la factura eminentemente
popular de todo el conjunto. La cúpula ostenta una rica policromía de colores
fuertes de los que está ausente el oro, lo que contribuye a acentuar el aspecto
exótico de las yeserías. En 1774 se pagaba a “Roque Felipe, vº de Cuéllar y a Segundo del Río, vº de Olmedo doradores”,
por “dar de colores a la talla de la
media naranja de la capilla”.
La
mayoría de los motivos que aparecen en la cúpula son habituales en el barroco
peninsular y americano. La verdadera originalidad de la decoración reside en
las figura de músicos que forman los estípites animados. Ángeles que tañen
instrumentos musicales aparecen en la capilla
del Rosario, de Oaxaca, y en el sotocoro
de Tonantzintla, en México, pero no conocemos ejemplos de músicos adultos
en la época. Quizá sería preciso retrotraerse a iconografías medievales. El rey
David de la Portada de las Platerías y los ancianos apocalípticos del Pórtico
de la Gloria, de Santiago de Compostela, podrían haberse unido con un sentido
de exaltación mariana, en cuyo honor se interpreta el celestial concierto.
La
factura eminentemente popular de la talla, a lo que contribuyen de un modo muy
notable los fuertes y contrastados colores de la policromía, hacen de las
yeserías de Alcazarén algo verdaderamente inusual, exótico en el barroco
castellano.
BIBLIOGRAFÍA
- FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: “Las yeserías figurativas: apuntes para su estudio”, Actas del V Simposio hispano-portugués de historia del arte, Valladolid, 1990, pp. 113-117.
Que padre conocer y muy bellas lleserias
ResponderEliminarI really like and appreciate your post.Thanks Again. Keep writing.
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