martes, 5 de mayo de 2020

ESCULTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Claudio Tordera Antolín (1865-1935)


Claudio Tordera Antolín nació en Valladolid el 7 de julio 1865. Sus padres, Francisco Tordera y Juana Antolín, le llevaron a bautizar tres días después a la iglesia de San Pedro Apóstol. Desde muy joven mostró una clara vocación por la práctica artística, lo que le llevó a ingresar como alumno de la Escuela de Bellas Artes de la ciudad –“en cuyos concursos anuales, organizados por la Academia, obtuvo algunos premios”–, institución a la que volvería a estar ligado en el futuro, pero en esa ocasión como profesor.
Debió de ser un alumno brillante que progresó rápidamente en sus estudios, destacando principalmente como tallista y dibujante, según expone Ortega Rubio en sus Investigaciones acerca de la Historia de Valladolid: “Entre los jóvenes que han manifestado más talento en nuestra Escuela de Bellas Artes, descuella D. Claudio Tordera, notable tallista y dibujante, y escultor de grandes esperanzas”. Como vemos se tenían puestas muchas ilusiones en su persona, añorando quizás volver a reflorecer la magnífica escuela escultórica que se desarrolló en Valladolid desde comienzos del siglo XVI y que se prolongó tres décadas hasta que en 1809 falleció Claudio Cortijo y se dio por amortizada hasta que resurgió nuevamente, pero ya sin los bríos de épocas anteriores, de la mano de la Real Academia de la Purísima Concepción.

Claudio Tordera (nº 20) en una fotografía de los profesores de la Escuela Superior de Artes Industriales de Valladolid de 1909
De estos años de aprendizaje datan sus obras conocidas, todas ellas destinadas a los diversos certámenes que anualmente venía celebrando la Academia. En 1881 presentó a la sección de modelado y vaciado un Friso de ornamentación, copiado de un dibujo, que le valió la obtención de un accésit; y en 1882 un busto modelado en yeso titulado Húngaro que también había copiado de una estampa. En 1883 cambió de sección y decidió enviar una Cabeza de Niño a la de obras originales, sin embargo, y a pesar de que mereció la consideración de “obra de mérito”, no se le admitió debido a “la existencia de un modelo que el Jurado conoce y el cual parece copia en su parte principal, si bien con algunas variaciones y aumentos que la mejoran y teniendo presente además que en la convocatoria se exigen obras originales para los premios”. Tampoco le fue admitida la obra que presentó en 1884 por no ajustarse a las “condiciones del concurso por estar ejecutada en barro no cocido”, a pesar de ello el jurado reconoció que la escultura mostraba “cualidades dignas del mayor aprecio”.
Y llegamos al concurso del año 1885, en el que presentó una de sus obras más célebres: la figura alegórica titulada Patria (55 cm.), busto realizado en yeso imitando bronce que le valió el premio de primera clase. Se trata de una obra de discreta calidad en la que el escultor se ha centrado más en la representación de las formas externas que en su caracterización psicológica. El personaje muestra a un hombre joven, más concretamente a un aragonés durante la Guerra de la Independencia, en cuyo rostro “destacan los pómulos salientes, el mentón pronunciado y la mirada hacia lo alto; lleva camisa abierta dejando ver una medalla de la Virgen del Pilar y, para mayor caracterización, su rizado cabello queda semicubierto por un pañuelo anudado a la manera aragonesa, alusivo todo ello a la destacada participación de Zaragoza durante la guerra de la Independencia en defensa de la Patria”.

Patria (1885). Academia de BB.AA. de la Purísima Concepción, Valladolid
Parece que el concurso del año 1886 fue el último en el que participó. A el presentó una dramática Cabeza de Medusa (47 x 50 cm.) que nuevamente le hizo ganar el premio de primera clase. Desde entonces, y según el parecer del sobredicho Urrea, “Tordera a realizar ninguna obra importante en el género escultórico, pese a las esperanzas de Ortega y Rubio que aquel mismo año le recuerda como “notable tallista y dibujante”.


Cabeza de Medusa (1886). Academia de BB.AA. de la Purísima Concepción, Valladolid
Desconocemos las motivaciones que le condujeron a emigrar a América, así como la cronología de este viaje. Urrea aduce que serían “necesidades materiales” las que “le impulsaron a abandonar España”. Sea como fuere, en 1893 le encontramos residiendo en La Habana (Cuba) y participando en la Exposición Colombina de Chicago celebrada ese mismo año, en la cual obtuvo en su faceta de tallista “un gran éxito al conseguir la medalla de bronce, única recompensa que se otorgaba en aquel certamen”. La aventura americana fue breve puesto que en 1895 se encontraba nuevamente en Valladolid realizando dos “confesionarios monumentales” neogóticos para la parroquia de Santiago Apóstol, templo en el que, según el testimonio que aporta González García-Valladolid, se acometieron en el referido año “importantes obras de pintura y decorado en toda la iglesia y sus capillas, por el acreditado pintor adornista de esta Ciudad Don Andrés Gerbolés Villán”.

Aspecto de la Exposición Colombina de Chicago de 1893
Confesionario neogótico (1895). Iglesia de Santiago, Valladolid
En 1899 ya se había reincorporado a la vida de la Academia, pero esta vez formando parte del claustro de profesores de la Escuela de Bellas Artes. El año 1900, en el que ya “figuraba como profesor ayudante emérito de la misma, realizando al mismo tiempo diversas labores referentes al arte de la talla ornamental”, fue importante desde el punto de vista laboral puesto que realizó su primera incursión en la Semana Santa de Medina de Rioseco ejecutando esculturas en madera policromada, producción residual dentro de su escaso catálogo productivo. Efectivamente, en el ejemplar de El Norte de Castilla del 3 de abril de 1900, en su sección titulada “Notas Artísticas”, se da a conocer que Tordera había esculpido dos sayones para el paso del Nazareno de Santiago de Medina de Rioseco y que por entonces se encontraban expuestas en su taller, localizado en la calle del Sábano nº 3. Muchas personas se acercaron “para admirar la obra que ligeramente queda descrita y muchas son las felicitaciones que con este motivo recibe su autor”.
El citado artículo periodístico nos aporta otros detalles interesantes, como por ejemplo que, debido a “la premura del tiempo por un lado y la modestia del precio en que ha sido ajustado la obra, han impedido al Sr. Tordera el realizar ésta con los necesarios estudios preliminares tanto en bocetos como modelos, y a pesar de haber ejecutado la obra en tan difíciles circunstancias, el resultado no ha podido ser más lisonjero, viviendo a robustecer una vez más la reputación de verdadero artista que su autor tiene adquirida”. Continuaba señalando que como complemento de la labor escultórica y “para el buen resultado de estas obras, Gabriel Osmundo Gómez ha puesto también un poquito de su genio de artista el encargarse del colorido de estas figuras y puesto que todos conocemos como maneja el color, puede suponerse desde luego lo que en las tallas del Sr. Tordera, habrá hecho aquel artista”.

Sayones del "Nazareno de Santiago" (1900). Museo de Semana Santa, Medina de Rioseco (Valladolid). Fotografía tomada de http://nazarenosantiago.org
Fotografía tomada de https://www.semanasantaenrioseco.com
Fotografía tomada de https://www.flickr.com/photos/e2e4media/
Ambos personajes sustituyeron a otros anteriores, probablemente fabricados en cartón piedra, que cumplían las mismas funciones: un soldado en la parte delantera tirando del cuello de Cristo con una soga y tañendo una trompeta (anteriormente un cuerno, lo que le valió el mote de “el cornudo”) para anunciar el “cortejo” y otro en la parte trasera con una lanza. Señalan Asensio Martínez y Pérez de Castro que la sustitución de aquellos sayones por los tallados por Tordera se debió al “mal estado de las figuras, la descompensación de alturas (el Cristo es de mayor tamaño) y la decisión del obispado de eliminar tan malsonante apelativo motivaron su sustitución”. Señala Gómez Pérez que "el soldado romano que toca la trompeta copia la disposición del primitivo, desaparecido, y éste a su vez seguía la disposición del famoso Paso Camino del Calvario realizado por Gregorio Fernández para al Cofradía de la Pasión de Valladolid".
Un año después, en 1901, Tomás Alonso Serrano, hermano y secretario de la Hermandad del Ecce Homo de Medina de Rioseco, “compartiendo el espíritu de mejora de los conjuntos procesionales”, se decidió a costear la “escultura de una figura en madera tallada que representa a Pilatos así como también un antepecho de madera calada o balconada donde aquel se apoya”. Como ocurriera con los dos sayones del paso del Nazareno de Santiago, en esta ocasión también El Norte de Castilla, en su edición del 30 de marzo de 1901, recogió la noticia de la ejecución del Pilatos: “En uno de los pasos se estrenará una preciosa escultura que ha de llamar mucho la atención”. Como vemos el famoso diario vallisoletano no cita la autoría de esa “preciosa escultura”, conociéndola gracias a la crónica redactada por Antonio de Nicolás en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones en 1904. Relata que en la iglesia de Santa Cruz observó: “un hermoso Pilatos de tamaño natural, tallado en pino por Don Claudio Tordera y pintado por D. Antonio Aparici, ambos distinguidos consocios”. A pesar de no tratarse de una obra maestra, es, como señala Gómez Pérez muy importante "la presencia del praefectus Poncio Pilatos en el Paso del "Ecce Homo" (...) Piltos parece como un un personaje importantísimo y necesario para el relato de la Pasión". Pilatos aparece delante de Cristo, señalando su rostro con la mano derecha mientras que la izquierda la apoya en la barandilla del Pretorio, simulando que se dirige a las masas para pedir el veredicto del reo. Se trata de una imagen que peca de ser ciertamente envarada e inexpresiva. La escultura de Cristo, que en ocasiones ha sido asignado erróneamente también a Tordera, es una buena escultura de vestir de mediados del siglo XVII salida de algún taller vallisoletano, como queda patente por la deuda que mantiene el rostro con la estética fernandesca. Asimismo, viene a copiar tanto en su postura como en la disposición de los brazos al Ecce Homo ejecutado por Gregorio Fernández en 1620 para la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz de Valladolid.

Pilatos del paso del "Ecce Homo" (1901). Museo de Semana Santa, Medina de Rioseco (Valladolid). Fotografía tomada de https://www.flickr.com/photos/e2e4media/
Fotografía tomada de https://www.flickr.com/photos/e2e4media/
En una fecha indeterminada, pero en todo caso anterior al año 1902 se encargó de ampliar convenientemente la biblioteca del antiguo edificio del Círculo de Recreo para adaptarlo al nuevo. El mueble original era una estantería de nogal tallado y estilo Luis XV. De 1903 data la labra de unas “tapas de madera sicomoro” para un “hermoso álbum de 40 por 28 centímetros” que la “casa-comercio de los señores P. Guillén e Hijo, ha ofrecido a su majestad [el rey Alonso XIII], con conducto de su socio nuestro querido amigo don Enrique Guillén”. Tordera representó en esas tapas “un retrato de su majestad y el escudo de España, en talla y bajorrelieve, con grecas modernistas” en la tapa superior, y en la inferior “además de las grecas, una banda de flores”. El álbum, que se cerraba con unos broches de plata y se guardaba dentro de un “hermoso estuche de palo santo y tojo, forrado de peluche rojo y gualda”, contenía una dedicatoria, “que es una preciosa acuarela del señor [Ricardo] Huerta, y 25 vistas al platino de los monumentos más notables de Valladolid ejecutados por el fotógrafo señor Varela”.

Aspecto de la librería en una fotografía publicada en 1911
La librería en la actualidad. Fotografía tomada de https://jesusantaroca.wordpress.com/2018/03/07/el-circulo-de-recreo-evocacion-de-un-valladolid-burgues
Fotografía tomada de https://jesusantaroca.wordpress.com/2018/03/07/el-circulo-de-recreo-evocacion-de-un-valladolid-burgues
En 1904 presentó a la Exposición Nacional de Arte Decorativo de Madrid un Oratorio de estilo renacimiento con el que obtuvo una mención honorífica, y una Medalla conmemorativa del IV Centenario de Isabel la Católica modelada en plastilina al concurso de la Academia de Bellas Artes de Valladolid que le valió otra mención honorífica, calificación que compartió con Moisés de Huerta y Ayuso (1881-1962), uno de los grandes escultores españoles del siglo XX, Mariano Izquierdo y Sixto Morey. Además, en este mismo año fabricó un retablo para el altar mayor del Monasterio de San Benito el Real. En un principio se había contratado uno muy suntuoso con los hermanos Chicote, afamados escultores, pintores y ensambladores locales, sin embargo finalmente se optó por uno “más sencillo y económico”, obra de Todera, que se vio acompañado en el altar mayor, por la mesa de altar, gradillas, sagrarios y tabernáculo tallados por los Chicote.


Al fondo, en el altar mayor, se puede apreciar el retablo que creemos que fabricó Tordera para el Monasterio de San Benito
Ya de 1913 data un Retrato alegórico de un caballero, relieve en yeso firmado y fechado que se conserva en colección particular vallisoletana. Por esas mismas fechas, en todo caso con anterioridad a 1915, labró una sillería para el Colegio de los Ingleses. Realizada en nogal e “inspirada en el Renacimiento”, se dispuso “bajo la cúpula”. Desconozco si aún se conserva en la actualidad.
El 8 de julio de 1916 fue nombrado, en virtud de concurso, profesor auxiliar de la clase de Modelado de la Escuela de Artes y Oficios. En 1923 lograría un ascenso del que se dio eco El Norte de Castilla en su ejemplar del día 25 de septiembre: “El Boletín oficial de ayer publica una Real orden aprobando el plan de adaptación de la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid (…) dos plazas de profesores de entrada del segundo grupo (Modelado y Vaciado), el profesor de entrada don Darío Chicote Recio y el ayudante meritorio don Claudio Tordera Antolín, ambos con la gratificación anual de 750 pesetas”.


Sillería (antes de 1915). Colegio de los Ingleses, Valladolid
Apenas tenemos datos de su biografía, desconociéndose cuando se desposó con su mujer, Ángeles Soto, y cuantos hijos procrearon, en el caso de que lo hicieran. Tan solo tenemos conocimiento de que a comienzos de 1917, el 21 de enero, fallece su esposa, noticia que se recogió incluso en el diario barcelonés La Vanguardia dos días después. Un año después de este luctuoso acontecimiento se la recordaba en las páginas de El Norte de Castilla con la siguiente necrológica: “Hoy se cumple el primer aniversario del fallecimiento de la señora doña Ángeles Soto, cuya muerte fue muy sentida. Al recordar aquella desgracia, reiteramos nuestro pesar a su esposo don Claudio Tordera y a los demás parientes de la finada”. Otras noticias de carácter puramente biográfico son su asistencia a dos bodas señeras: en 1919 estuvo invitado al enlace entre María Teresa Zorrilla, hija del senador por Segovia don Francisco Zorrilla, y Antonio Rico, a quienes obsequió con una “estatua con pie” -no sería descabellado suponer que fuera una obra de su creación-; y en 1932 a la de Ángela Garnacho y el industrial don José María de Moya, boda en la que firmó el acta.


Anuncio que publicó en prensa
La llegada al arzobispado vallisoletano en 1920 de Remigio Gandásegui trajo consigo la revitalización de una Semana Santa que llevaba más de un siglo de capa caída. Una de las consecuencias positivas de este impulso fue la reconstitución de numerosos pasos de varias figuras que se encontraban por entonces desperdigadas por las salas del museo. El arquitecto e historiador Agapito y Revilla, quizás la figura esencial que llevó a cabo esa labor comenta en su imprescindible volumen Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid que también tuvieron un notable papel en la reconstitución de los pasos “el canónigo Don José Zurita, el Director entonces del Museo, Don Francisco de Cossío, el Conserje, Don Felipe Galván y Galván, y el tallista Don Claudio Tordera con sus oficiales”. Efectivamente, nuestro artista fue una de las personas que desarrollaron un papel más importante a la hora de esta reconstitución puesto que a su cargo corrió allá por el año de 1921 o 1922 “la reparación y restauración de las figuras que componían los conjuntos”. Inicialmente se centraron en seis “pasos”: el Azotamiento -se contaba con la dificultad de que había dos pasos casi idénticos, uno de la Cofradía de la Vera Cruz y otro de la de la Pasión- (“El Azotamiento”), Camino del Calvario (“El Cirineo”), “El Despojo”, “La Crucifixión”, La Sexta Angustia de la Cofradía de las Angustias, el Entierro de Cristo de la Cofradía de la Piedad (Cristo muerto”, y el Santo Sepulcro de la Cofradía de las Angustias (“El Santo Sepulcro)”. Una vez montados todos estos pasos, que no pudieron desfilar en la Semana Santa de 1922 debido a las inclemencias meteorológicas se trasladaron al museo para su exposición en una sala especial, y posteriormente en 1923 se acometió la recomposición de otros dos pasos: la “Elevación de la Cruz” y el llamado “paso nuevo de Nuestra Señora y San Juan o paso de las Siete Palabras”.


Los pasos de Semana Santa resturados por Tordea en una fecha cercana a aquel hecho
Claudio Tordera falleció el 13 de mayo de 1935 según recoge el tantas veces enunciado periodo regional El Norte de Castilla en su edición del día postrero: “Ha fallecido ayer en esta capital el profesor auxiliar de la Escuela de Artes y Oficios artísticos don Claudio Tordera Antolín, que gozaba de general estimación, por lo que su muerte ha sido sentidísima. Por esta desgracia significamos nuestro sincero pesar a su atribulada familia, y muy especialmente a su hermana doña Dolores Tordera, deseándola resignación para soportar tan dolorosa pérdida”.
Como hemos observado, nuestro escultor compaginó a lo largo de toda su vida una labor puramente escultórica con otras más propias de un tallista o un ebanista -de hecho, en numerosas ocasiones se le denomina tallista y en un anuncio publicitario figura también como “Constructor de muebles”-, sin olvidar, por supuesto, su faceta pedagógica como profesor de la Escuela de Artes y Oficios, e incluso de restaurador de esculturas procesionales, como veremos más adelante. Como escultor vemos que trabajó el yeso para las diferentes piezas que presentó a los concursos de la Academia (Busto de Húngaro, Busto de Niño, Patria, Cabeza de Medusa) pero también la plastilina -para la Medalla conmemorativa del IV Centenario de Isabel la Católica que envió al concurso de la Academia de 1904-, y la madera, material este último que utilizó para sus incursiones en la imaginería procesional (dos sayones y Pilatos para la Semana Santa de Medina de Rioseco). Por su parte en la talla decorativa, disciplina en la que se desempeñó desde sus inicios -de hecho su primera obra conocida es el Friso de Ornamentación que presentó al concurso de la Academia de 1881-, contamos con algunos ejemplares como las Tapas de madera labrada para un álbum obsequiado al rey Alfonso XIII (1903), el Oratorio estilo renacimiento (1904) o la ampliación de la Biblioteca del Círculo de Recreo (1902). Estas dos últimas obras también podrían incluirse dentro de su faceta como “constructor de muebles”, tal y como él mismo se define en el anuncio publicitario anteriormente citado. A este grupo pertenecerían también, entre otros, los dos confesionarios neogóticos y bancos para la iglesia de Santiago (1895), la Sillería para el Colegio de los Ingleses (antes de 1915) o el retablo mayor del Monasterio de San Benito el Real (1904).


Cabeza de Niño (1883). Real Academia de BB.AA de la Purísima Concepción, Valladolid
Finalizamos este repaso a la vida del escultor señalando que gozó del aprecio de sus contemporáneos y de las esperanzas de muchos de ellos que vieron en él, pero también en otros (Ángel Díez o Dionisio Pastor Valsero), la posibilidad de que en Valladolid volviera a renacer la fecunda y portentosa escuela escultórica que dio fama universal a la ciudad entre los siglos XVI-XVIII. Esperanzas, todo sea dicho, que quedaron frustradas. Es una verdadera lástima que estos artistas en general, y Tordera en particular, no tuvieran la oportunidad de la que sí disfrutaron otros artistas de poder demostrar su valía en la imaginería procesional de su ciudad como ocurrió en esa misma época con otros artífices de ciudades con celebraciones procesionales de Semana Santa de importancia similar, como fueron Sevilla o Zamora. Así, cuando aún era joven Ortega y Rubio se refirió a él con estas elogiosas palabras: “Entre los jóvenes que han manifestado más talento en nuestra Escuela de Bellas Artes, descuella D. Claudio Tordera, notable tallista y dibujante, y escultor de grandes esperanzas”. Y años después, en El Norte de Castilla se le calificó como “El reputado tallista Claudio Tordera, tan conocido ya en Valladolid, donde tiene infinidad de obras que patentizan sus envidiables aptitudes para el arte a que se dedica”.

BIBLIOGRAFÍA
AGAPITO Y REVILLA, Juan: Catálogos del Museo de Bellas Artes de Valladolid. I, Escultura, Casa Santarén, Valladolid, 1930.
AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid. Estudio introductorio de Javier Burrieza, Editorial Maxtor, Valladolid, 2007.
GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, sus recuerdos y sus grandezas: religión, historia, ciencias, literatura, industria, comercio y política, Imprenta de Juan Rodríguez Hernando, Valladolid, 1900-1902.
ORTEGA RUBIO, Juan: Investigaciones acerca de la Historia de Valladolid, Imprenta y Librería Nacional y Extranjera de H. de Rodríguez, Valladolid, 1887.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús: La escultura en Valladolid (1850-1936), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús: La escultura en Valladolid de 1800-1936, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, Valladolid, 1980.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción. Pinturas y Esculturas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998.

No hay comentarios:

Publicar un comentario