En el día de ayer, 8 de enero de 2016, presenté al fin mi tesis, la cual lleva por título "Los Ávila: una familia de escultores barrocos vallisoletanos" y mereció la calificación de "Sobresaliente cum laude". Quiero, por tanto, dedicar este post, así como los que completarán este tema, a los profesores que compusieron el tribunal: René Payo, Carmen Morte, Blanca García, Manuel Pérez Hernández y Fernando Gutiérrez, así como a mi tutor, Jesús Parrado, y a todos los que me acompañaron en ese trance, especialmente a l@s que hicieron un gran esfuerzo por poder asistir. Gracias ;) Y ahora a por el tema: la arquitectura barroca en Valladolid, la cual se compondrá de varios capítulos.
Hacia mediados del siglo XVII se produce en Valladolid un cambio en el mundo de la arquitectura. Si durante la primera mitad del siglo el “clasicismo” había dominado el panorama arquitectónico vallisoletano, en esta segunda mitad, si bien se siguieron manteniendo ciertos aspectos del dicho estilo, la diferencia radicará en el progresivo apoderamiento de las superficies por parte de la decoración, que poco a poco se irá haciendo más abultada.
Hacia mediados del siglo XVII se produce en Valladolid un cambio en el mundo de la arquitectura. Si durante la primera mitad del siglo el “clasicismo” había dominado el panorama arquitectónico vallisoletano, en esta segunda mitad, si bien se siguieron manteniendo ciertos aspectos del dicho estilo, la diferencia radicará en el progresivo apoderamiento de las superficies por parte de la decoración, que poco a poco se irá haciendo más abultada.
Por
estas mismas fechas se produce en España una reacción en la arquitectura
española, por cual se irá abandonando la sobriedad: Así, Alonso Cano en Granada
además de idear la tarjeta abultada de hojarasca inaugura la moda de decorar a
base de placas recortadas. Mientras tanto, en Castilla la “chispa” de esta
nueva etapa, más decorativa, prende en la capilla de San Isidro de la madrileña
iglesia de San Andrés. En ella se decora la cúpula mediante estucos
policromados, figuras de ángeles y roleos.
Capilla de San Isidro en la iglesia de San Andrés de Madrid, antes el incendio. Fotografía tomada de http://www.mcu.es/fototeca_patrimonio |
En
Valladolid, la transición hacia este nuevo “estilo” fue lenta debido a que en la
ciudad radicaba uno de los bastiones del clasicismo derivado de Juan de
Herrera: la escuela clasicista vallisoletana. En esta ciudad vivieron y
trabajaron algunos de los grandes arquitectos que profesaron este estilo:
Francisco de Mora, Juan de Nates, Diego y Francisco de Praves…
Durante
esta primera mitad de siglo se construyó mucho, si bien la mayoría fueron
edificios religiosos, y más concretamente conventos. Esto nos conduce a esa
afirmación que definía a Valladolid como una “ciudad levítica”. Apenas se levantaron
palacios y casas nobles. El motivo no era otro que el que la nobleza que
durante los años de la Corte estuvo asentada en Valladolid había emigrado a
Madrid. El resultado fue el abandono y progresivo deterioro de los palacios. En
comparación, la actividad constructiva en la segunda mitad del siglo XVII sería
más pobre puesto que apenas se levantan edificios de nueva planta.
Ya
en la década de 1660 el barroquismo comienza a penetrar en los edificios,
fundamentalmente en sus interiores. Así, veremos cómo estos interiores se
pueblan de abovedamientos y yeserías. En cambio, las fachadas, las plantas y
los exteriores de las iglesias seguirán siguiendo, más o menos fielmente, los
dictados clasicistas. Dos de los hitos que marcan este primer momento son los
abovedamientos de la Catedral (1655) y
de la iglesia penitencial de Nuestra
Señora de la Pasión (1661). Las bóvedas de la nave central de la catedral
están ya concebidas con una intención más decorativa, dejando atrás la
característica desornamentación herreriana: así, veremos los adornos de puntas
de diamante y tableros quebrados, diseño este último que corresponde ya a una
evolución decorativa perceptible desde mediados del siglo XVII.
Abovedamientos de las naves laterales de la catedral |
A- EDIFICIOS RELIGIOSOS
IGLESIA
PENITENICIAL DE NUESTRA SEÑORA DE LA PASIÓN
Según
palabras de Martín González, la iglesia de Nuestra Señora de la Pasión es la “que mejor señala el giro hacia el
barroquismo en Valladolid”. El gran impulsor de este cambio fue el
arquitecto paredeño Felipe Berrojo de Isla, al cual se le encargó la
realización de las bóvedas de la iglesia. En ellas veremos por primera vez un
cambio en el tipo de la decoración. Realizadas en yeso policromado, las
ornamentaciones se basaban en motivos lineales con dibujos vegetales: hojas crespas,
tarjetas, roleos, grandes rameados avolutados, de formas espinosas, etc…. También
utiliza para las bóvedas grandes tarjetas de formas hinchadas como hojas de
cactus. La bóveda de la nave, que servía para ocultar el techo de madera del
siglo XVI, era de cañón con lunetos. Los arcos fajones se apeaban en ménsulas,
decoradas con veneras y hojarasca.
Del
prestigio que gozaba por entonces Felipe Berrojo habla bien la afirmación que
se expone en el contrato que se hizo para encargarle la obra de las bóvedas: se
habla de él como “el más insigne que se
conoce de su profesión e que no hay otro en esta ciudad de que se pueda fiar”.
En
el año 1666 ya se había finalizado la decoración de la nave, precisándose que “era necesario se tratase de hace en la media
naranja de la capilla mayor otra obra que correspondiese de la dicha iglesia,
diferenciando las labores, florones y rosones”. Como podemos comprobar la
reforma no afectó a ningún elemento estructural, tan sólo se tocaron los
abovedamientos del templo.
La
otra gran intervención llevada a cabo en la iglesia, y que a su vez pregona la
llegada de un nuevo estilo mucho más decorativo, tiene por protagonista a la
fachada. En 1671 el arquitecto Pedro Ezquerra traza el segundo cuerpo de la
fachada, encargándose de su ejecución, de manera conjunta, con Antonio de la
Iglesia. La fachada se distribuye en dos cuerpos, remate y espadaña. Los
elementos, posiblemente procedentes de Felipe Berrojo, que la integran son
típicamente barrocos: “los vanos se orlan
con gruesos baquetones, a veces con orejas. Las columnas del cuerpo inferior
van decoradas con acanaladuras helicoidales, cuya ilusión de movimiento es
mayor a causa de que en los fustes se disponen cinco tambores, cuya
acanaladuras van en sentido alternante (…) Dentro de tarjetas de formas carnosas se disponen emblemas de la Pasión”.
En definitiva, “toda esta ornamentación
es muy abultada y claroscurista”.
REAL COLEGIO DE LOS INGLESES
Una
fase más avanzada la representa el Real Colegio de los Ingleses, que si bien no
exhibe mucha decoración nos muestra su barroquismo en la adopción de una planta
de plan central, concretamente octogonal alargado, modelo tomado de la iglesia
de San Antonio de los Portugueses de Madrid, y de la iglesia conventual de las
Bernardas de Alcalá de Henares. La gran virtud de las iglesias de plan
octogonal alargado es la total visibilidad de la misma, así como la buena
acústica derivada del uso de yeserías. Desde el punto de vista religioso
existía la posibilidad de celebrar numerosas misas simultáneamente debido a la
multiplicación de las capillas.
El
Colegio jesuita de los Ingleses fue fundado por el rey Felipe II en honor a San
Albano, protomártir de Inglaterra. Las obras del edificio se llevan a cabo
entre los años 1672-1679 gracias al impulso dado por el padre Manuel de
Calatayud, Rector del colegio, el cual se encargó de buscar fondos para su
construcción a lo largo de toda España. Calatayud tenía la intención de edificar
un templo expiatorio para reparar la memoria de la Virgen Vulnerata, imagen
renacentista que fue ultrajada por los ingleses tras un desembarco en Cádiz.
Otro
elemento que nos muestra una tendencia claramente barroca es el embutido
lienzos en las cúpulas o en las bóvedas (tenemos otro ejemplo en la iglesia de
San Felipe Neri). Estas pinturas del Colegio están debidas a los pinceles del
maestro vallisoletano, aunque nacido en Carmona (Sevilla), Diego Valentín Díez,
quizás el maestro local de mayor prestigio en el tercer cuarto del siglo XVII.
B- EDIFICIOS CIVILES
Como
ya hemos dicho, en este periodo se llevaron a cabo muy pocos edificios civiles,
la gran mayoría fueron de carácter religioso. Las dos obras civiles de mayor
empeño fueron el Archivo y Cárcel de la
Real Chancillería (1675) y la Hospedería
del Colegio Mayor de Santa Cruz (1675).
El
Archivo y Cárcel de la Real Chancillería
fue construido de manera conjunta por Felipe Berrojo, Juan Tejedor Lozano y
Juan de Medina Arguelles, los cuales debían de seguir los planos elaborados en
1675 por el arquitecto Nicolás Bueno. Las obras del Archivo fueron a buen
ritmo, de manera que en 1682 el edificio estaba concluido, en cambio las de la
cárcel se alargaron. En 1698 se realizó un nuevo pregón para su construcción,
quedándose con la obra José Gómez y el maestro de obras Pedro del Biermo, el
cual la terminó a principios de la siguiente centuria. La fachada es toda de
piedra y las rejas son de gruesos barrotes. No hay espacio apenas para la
decoración.
La
Hospedería del Colegio Mayor de Santa
Cruz fue trazada por Antonio del Solar, mientras que de su construcción se encargó el
maestro de obras Francisco de la Torre. El edificio posee un plan muy sencillo:
se trata de un edificio de planta cuadrada con las fachadas de ladrillo y
mampostería. El patio, que asemeja un claustro, también cuadrado, cuenta con
dos pisos de arquerías de medio punto. La fachada principal está orientada
hacia las traseras del Colegio de Santa Cruz. La portada, realizada también en
piedra, posee un balcón encima y en el frontispicio un escudo.
C- OTRAS INTERVENCIONES
En
el año 1667 se lleva a cabo una ampliación de la iglesia penitencial de la
Santa Vera Cruz. Los artífices fueron Francisco de la Torre y Lucas López, los
cuales siguieron la traza realizada por Juan Tejedor Lozano. El plan afectaba a
toda la iglesia, “excepto al frontispicio
y pórtico”.
En
Valladolid consiguió fortuna un modelo de iglesia (fundamentalmente para las de
tipo conventual) que, con planta de cruz latina, cubierta con bóvedas de medio
cañón y cúpula no trasdosada sobre el crucero, presenta una fachada
íntegramente realizada en ladrillo, salvo el basamento. Dentro de esta
tipología encontraremos numerosos ejemplos, entre los que destacan las iglesias de San Felipe Neri y la conventual de Santa Brígida. Otros
ejemplos, aunque ya desaparecidos, son la iglesia penitencial de Nuestra Señora
de la Piedad y la del Convento del Carmen Calzado.
La
iglesia de San Felipe Neri, para la cual realizarán los tres miembros de la
familia Ávila un gran número de esculturas, fue concertada en 1675 por el
maestro de obras Antonio de la Iglesia. La fachada se divide en dos cuerpos con
alas rematadas en sendos campanarios. Las bóvedas del templo se adornan con
yeserías a base de líneas quebradas y puntas de diamante triédricas. También
tenemos a lo largo de la bóveda principal diversos lienzos embutidos.
Iglesia de San Felipe Neri |
El
convento de Santa Brígida ya contaba con una iglesia cuando en 1690 se decide
realizar una nueva, la cual se finalizó en el año 1701. Aunque se desconoce el
maestro que la edificaría, se piensa que debe ser obra del mismo que realizó la
de San Felipe Neri debido a las semejanzas que presentan. El interior presenta
una sola nave, con media naranja en el crucero y bóveda de cañón con fajones y
lunetos en la nave principal. Todo se decora con labores de yesería, de cintas
finas y bien resaltadas, pintadas de color gris, de forma que resaltan sobre el
fondo blanco. Para Martín González, “el
resalto de los motivos y el empleo de la línea quebrada son indicios ya de éste
tránsito al barroco de formas abultadas”.
Convento de Santa Brígida |
Convento del Carmen Calzado (desaparecido) |
Reconstrucción de la fachada de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de la Piedad realizada por Juan Carlos Urueña Paredes en su libro Rincones con fantasma |
BIBLIOGRAFÍA
- BRASAS EGIDO: José Carlos: “Arquitectura y urbanismo del siglo XVIII”. En Valladolid en el siglo XVIII. Historia de Valladolid, V, Ateneo de Valladolid, Valladolid, 1984.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Arquitectura barroca vallisoletana, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1967.
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