Después de un tiempo de descanso retomamos la
actividad en el blog con una entrada que creo que puede ser interesante pues
vamos a analizar de forma sucinta la época dorada del retablo barroco
vallisoletano, aquella que comprende los años 1650-1750. Hemos decidido no
incluir la primera mitad del siglo XVII pues, aunque también el retablo que se
desarrolla en esta época pertenece al “Barroco”, en realidad estamos ante un
retablo clasicista deudor de la retablística de finales del siglo XVI y que
tiene como uno de sus principales modelos el retablo mayor del Monasterio de
San Lorenzo de El Escorial.
A lo largo del siglo en el que vivieron y trabajaron
los tres miembros de la familia Ávila se sucedieron en Valladolid, según
propuso Martín González, tres tipologías de retablos: prechurrigueresco
(1650-1690 aprox.), churrigueresco (1690-1740 aprox.) y rococó (1740-1780
aprox.). Entre los maestros que laboraron durante estos años hay de todo, desde
los que evolucionaron y participaron de sucesivos estadios, pasando por los
rezagados que tardaron en asumir los nuevos postulados estéticos, hasta los
conservadores que no se movieron un ápice de sus propuestas artísticas a lo
largo de toda su trayectoria.
A- EL RETABLO “PRE-CHURRIGUERESCO” (aprox. 1650-1690)
El retablo “prechurrigueresco” se caracteriza por ser
el primero con singularidades netamente barrocas, de lo cual tuvieron buena
culpa Alonso Cano o Sebastián de Herrera Barnuevo. Así, acontece una
resurrección de la ornamentación, la cual se multiplica, y adopta un mayor
naturalismo y carnosidad; asimismo, aparecen las tarjetas cactiformes, los
marcos de tarjetillas y los colgantes de frutas. Todos estos elementos aportan
al retablo unos juegos de claroscuros que potencian sus volúmenes escultóricos.
Sin embargo, el elemento que marcó el cambio fue la sustitución de la columna
tradicional por la salomónica, si bien su uso se verá compartido con la de
fuste estriado y los machones, reservados fundamentalmente para el ático. Los
retablos más descollantes de este periodo son los del convento de Jesús y María, la iglesia de San Martín, la iglesia de Santa María de
Tordesillas, y la iglesia penitencial de Nuestra Señora de la Pasión.
Este último retablo, realizado en 1657 por los ensambladores Alonso y Antonio
de Billota y el escultor Francisco Díez de Tudanca, tuvo una importancia
capital dado que en él se utilizó por primera vez la columna salomónica en
Valladolid. Se trata de una aparición tardía puesto que en España las primeras
fueron las utilizadas por Bernardo Cabrera en el retablo de las Reliquias
(1625) de la catedral de Santiago de Compostela. El retablo de la penitencial
vallisoletana tendría seis columnas salomónicas gigantes y seguiría fielmente
las trazas del retablo mayor de la iglesia del Buen Suceso de Madrid
(1637), ciudad que por entones era la principal difusora de modelos para
retablos; sus tracistas gozaban de gran prestigio, y de hecho dos de sus
grandes exponentes trabajaron para Valladolid: Pedro de la Torre (ca.1596-1677)
y Sebastián de Benavente (ca.1620-1689).
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JUAN VELÁZQUEZ (traza de Sebastián de Benavente). Retablo mayor del Convento de Jesús y María (1658) |
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PEDRO DE CEA. Retablo mayor de la iglesia de San Martín de Valladolid (1672-1674) |
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JOSÉ DE ARROYO (traza de Pedro de la Torre). Retablo mayor de la iglesia de Santa María de Tordesillas (1655) |
Pedro de la Torre fue uno de los grandes renovadores
de la retablística barroca. En 1655 diseñó la traza para el retablo mayor de
la iglesia de Santa María de Tordesillas, de cuya construcción se ocupó el
segoviano José de Arroyo. La obra se ejecutó según el modelo imperante en la
escuela madrileña: monumentalización del cuerpo principal, que se alza sobre un
gran banco, ornamentación prolífica, marcos adornados con tarjetillas, tarjetas
cactiformes, etc. También es genuinamente madrileña la preferencia por la
pintura en detrimento de la escultura, la cual queda relegada a la hornacina
principal y al ático. El influjo madrileño también está presente en el retablo
mayor del convento de Jesús y María (1658), realizado por Juan Velázquez,
hijo de Francisco Velázquez, siguiendo la traza del madrileño Sebastián de
Benavente. El retablo se articula con columnas corintias de fuste estriado en
su cuerpo principal y dos machones decorados con múltiples festones en su
ático, que adquiere forma semicircular y cierra con una jugosa tarjeta
cactiforme. Nuevamente observamos la preferencia por la pintura, la cual se
debe al burgalés Mateo Cerezo (1637-1666). Por su parte, el retablo mayor de la iglesia
de San Martín de Valladolid (1672-1674), que representa un primer estadio
hacia la configuración del retablo-camarín, fue construido por Pedro de Cea.
Está formado por un potente banco en el que sobresalen las ménsulas pobladas de
decoración vegetación muy jugosa, un único cuerpo recorrido por seis columnas
salomónicas de orden gigante, y un ático hipertrofiado. La profundidad, y por
ende los efectos claroscuristas, se ven garantizados por la disposición
escalonada de las columnas, las cuales sostienen entablamentos recurvados.
Los principales artífices de este periodo son:
Cristóbal Ruiz de Andino (ca.1625-d.1690), Antonio Billota (ca.1630-1687) y
Pedro de Cea (1633-d.1684).
CRISTÓBAL RUIZ DE ANDINO (ca.1625-d.1690)
Cristóbal Ruiz de Andino nació en la localidad
burgalesa de Barruelo hacia 1625. Muy joven vino a Valladolid, ciudad en la que
se formaría como ensamblador y en la que ya le tenemos documentado en 1650 actuando
como tasador por parte del ensamblador José Castilla en un pleito que este
mantenía con la Cofradía de Mancebos Sastres del Convento de San Francisco a
cuenta de un retablo que les había fabricado. En 1656 contrajo matrimonio con
Beatriz Corona. Sus obras más destacadas son el retablo mayor (1665) y
los retablos colaterales de la capilla del Relicario (1669) de la
Colegiata de San Luis de Villagarcía de Campos (Valladolid), el retablo
mayor (1666-1670) de la parroquial de Cevico de la Torre (Palencia), y el retablo
de Nuestra Señora del Rosario (1667) de San Cebrián de Campos (Palencia).
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Retablo mayor de la capilla del Relicario de la Colegiata de Villagarcía de Campos (1665) (Traza de Lucas González) |
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Retablo colateral de la epístola de la capilla del Relicario de la Colegiata de Villagarcía de Campos (1669) |
ANTONIO BILLOTA (ca.1630-1687)
Antonio Billota fue miembro de la saga de
ensambladores más importantes del barroco vallisoletano. Iniciada por Alonso
Billota, le sucedieron su hijo Antonio y su nieto Francisco. Antonio debió de
nacer en Valladolid hacia 1630, si bien su padre, con el que se formaría, y
cuyo taller heredaría tras su muerte, era natural de Saldaña (Palencia). La
mayor parte de su obra ha desaparecido, si bien por lo conservado observamos
que no se apartó de las líneas generales de la retablística de este momento.
Fue un maestro prestigioso como así lo indica los comitentes que le solicitaron
obra: la catedral, el Convento de San Francisco, el Monasterio de Nuestra
Señora de Prado, el Colegio de San Ambrosio, diversas cofradías penitenciales,
etc. En diversas ocasiones le encontramos asociado con Juan Guerrero de Horna
(1639-d.1702), con quien debió de formar compañía. De su catálogo podemos
destacar el desaparecido retablo mayor (1657) de la penitencial de
Nuestra Señora de la Pasión, realizado conjuntamente con su padre y con Francisco
Díez de Tudanca; el retablo mayor (1666-1670) de la parroquial de Cevico
de la Torre (Palencia), realizado conjuntamente con Cristóbal Ruiz de Andino, o
el retablo mayor de la Capilla de la V.O.T. (1675) del Convento de San
Francisco.
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Retablo mayor de la iglesia de San Martín de Cevico de la Torre (1666-1670). Realizado conjuntamente con Cristóbal Ruiz de Andino |
PEDRO DE CEA (1633-d.1684)
Aunque alguna vez se le ha supuesto oriundo de
Galicia, Pedro de Cea Gutiérrez nació en la localidad palentina de
Torremormojón a mediados de marzo de 1633. Una vez establecido en tierras
vallisoletanas, a donde vendría a aprender el oficio, contrajo matrimonio en
1663 con Manuela de Medina Argüelles, hermana del ensamblador riosecano Juan de
Medina Argüelles, con quien pudo formarse, en la iglesia de Santa María de la
Antigua. Colaboró en diversas ocasiones con su cuñado, siendo la más destacada
el suntuoso retablo mayor de la iglesia de Santiago de Cigales
(Valladolid). Martín González define a Cea como “entregado a un barroquismo
más acentuado (…) por lo que se refiere al ensamblaje, de violento
claroscuro”. En el último periodo de su vida pudo establecerse en
Tordesillas ya que trabajó bastante tanto para esta localidad como para otras
cercanas. Desconocemos cuándo y dónde aconteció su óbito, teniéndose como
última noticia la traza y condiciones que diseña para realizar el retablo
mayor de Villavieja del Cerro (1684). Sus obras más descollantes son el
referido retablo mayor de Cigales (Valladolid) (1666), el retablo
mayor de la iglesia de San Martín de Valladolid (1672), el retablo de la
capilla de los Gaitán (1677) de la iglesia de San Pedro de Tordesillas
(Valladolid), y el retablo de San Fernando (1680) de la seo
vallisoletana.
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Retablo mayor de la iglesia de Santiago de Cigales (1666) |
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Retablo mayor de la iglesia de la Asunción de Villavieja del Cerro (1684) |
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Retablo de la capilla de los Gaitán de la iglesia de San Pedro de Tordesillas (1677) |
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Retablo de San Fernando de la catedral de Valladolid (1680) |
B- EL RETABLO “CHURRIGUERESCO” (aprox. 1690-1740)
En este periodo se ven culminados los cambios
iniciados en la etapa anterior. Como bien indica el nombre asignado a esta
etapa, buena culpa de las transformaciones acaecidas en el campo de la
retablística durante este momento la tuvieron los Churriguera. Especial
relevancia poseyó también en esta evolución la actividad del salmantino
Cristóbal de Honorato “el Joven”. Son instantes en los cuales la decoración
forra por completo los retablos, “haciéndose, en cambio, muy menuda y
nerviosa de factura”. La columna salomónica continúa gozando de gran salud,
aunque en ocasiones su utilización se combina con la de los estípites, cuyo uso
impera en estos momentos. Según Martín González el empleo de la columna
salomónica decae a partir de 1710, siendo sustituida por otra columna “recubierta
de colgantes y cabezas pequeñas de serafines”. Domina el retablo de un solo
cuerpo, con cuatro o seis columnas salomónicas y ático semicircular. Por su
parte, la escultura queda reducida a la hornacina principal, a las laterales,
al Calvario del ático y a los ángeles del cierre. Los ejemplos que mejor
ilustran el churriguerismo son los retablos mayores de la iglesia de Santa
María de Pozaldez (Valladolid), de Villanubla (Valladolid), de Fuente
de Valdepero (Palencia), de la parroquia de Santiago de los Caballeros
de Medina de Rioseco (Valladolid) y el de Santiago Apóstol de Valladolid.
El periodo culmina con el retablo mayor de la iglesia de San Miguel
de Reoyo de Peñafiel (Valladolid), y el de la Buena Muerte de la
iglesia de San Miguel de Valladolid.
El retablo mayor de Santa María de Pozaldez,
realizado entre 1685-1690 por Francisco Billota, Blas Martínez de Obregón y
Gregorio Díez de Mata, supuso un paso más en el proceso de acrecentamiento de
la ornamentación, acercándose poco a poco al “horror vacui”. La talla es tan
incisiva que ha provocado la desaparición de las formas carnosas del retablo
prechurrigueresco, la tarjeta cactiforme ha dado paso a una tarjeta crespa
donde no existe la línea recta. Los machones del ático se han visto sustituidos
por columnas salomónicas. Es el retablo barroco en todo su esplendor. Un nuevo
hito lo representa el retablo mayor de Villanubla (1694), labrado
también por Francisco Billota y Gregorio Díez de Mata. Fue el primero en el que
se utilizó un nuevo tipo de estípite “constituido por un tronco de pirámide
invertida y dos fragmentos de entablamento superpuestos, con numerosos adornos”.
El estípite alcanza su mayor monumentalidad en el gigantesco retablo mayor
de la parroquial de Fuentes de Valdepero (Valladolid), realizado en 1711
por Alonso Manzano siguiendo las trazas dadas por Lucas Ortiz de Boar. En esta
ocasión, la columna salomónica ha sido relegada a los laterales de la hornacina
principal y de las calles laterales. La decoración cubre la totalidad de la
superficie arquitectónica.
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FRANCISCO BILLOTA, BLAS MARTÍNEZ DE OBREGÓN Y GREGORIO DÍEZ DE MATA. Retablo mayor de la iglesia de Santa María de Pozaldez (1685-1690) |
El retablo más gigantesco del churrigueresco
vallisoletano es el proyectado en 1703 por Joaquín de Churriguera para el
ábside mayor de la iglesia de Santiago de los Caballeros de Medina de
Rioseco, y que fue materializado por los ensambladores Diego de Suano y
Francisco Pérez. La escultura corrió a cargo del prolífico artífice riosecano
Tomás de Sierra. El retablo debía adaptarse a un ábside tan sumamente alto que
era imposible utilizar el orden gigante por lo que el tracista recurrió a dos
cuerpos articulados mediante columnas corintias de tercio tallado y con los
otros dos tercios decorados con colgantes. Este tipo de columna tendrá gran
predicamento en las últimas décadas del churrigueresco. El retablo trajo
consigo otras novedades como las cartelas decoradas con niños atlantes y la
utilización de marcos ovalados “forma tan unida al rococó”.
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DIEGO DE SUANO Y FRANCISCO PÉREZ (traza de Joaquín de Churriguera). Retablo mayor de la iglesia de Santiago de los Caballeros de Medina de Rioseco (1703-1705) |
La apoteosis de la columna salomónica tiene lugar en
el retablo mayor de la iglesia de Santiago Apóstol de Valladolid (1698-1702),
realizado en su parte arquitectónica por Alonso Manzano y en la escultórica por
Juan de Ávila. La planta es semicircular para adaptarse al ábside gótico. Sobre
grandes ménsulas con decoración vegetal se levantan cuatro columnas salomónicas
de orden gigante que están rematadas por entablamentos sobre los cuales se
asientan unos ángeles. El ático remata en un cascarón semicircular que termina
por forrar el ábside. Según Martín González “debe considerarse este retablo
como uno de los más espléndidos del Barroco”.
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ALONSO MANZANO. Retablo mayor de la iglesia de Santiago de Valladolid (1698-1702) |
Los dos retablos que culminan este periodo son el de San
Miguel de Peñafiel (1729) y el de la Buena Muerte de San Miguel de
Valladolid (1738). El primero de ellos, tallado por Tomás Ruiz, “constituye
la más deslumbrante gruta que se pueda imaginar”. A pesar de la gran altura
que debía salvar utilizó columnas de tercio inferior tallado y en los extremos
estípites de orden gigante. Todo ello condujo a un ático extremadamente amplio
pero que no rompe la armonía general. La planta “resulta articulada en
profundidad, semejando una portada de iglesia medieval”. El otro retablo
está considerado como el punto culminante de la exaltación del estípite y
pertenece ya, según Martín González, a una “fase de ornato apretadísimo,
ofuscante, donde el efecto de conjunto lo es todo, si bien el detalle está
soberbiamente tratado. Los retablos se hacen para ser contemplados de lejos. No
atraen en rigor por la imaginería, como en las obras del Gótico y el
Renacimiento, sino por la caligrafía y el arabesco”. El retablo lo componen
multitud de cuerpos prismáticos decorados con placas recortadas y superpuestas.
El dorado y el nicho central, que se encuentra completamente decorado con
espejos, contribuyen a darle aires de magnificencia.
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TOMÁS RUIZ. Retablo mayor de la iglesia de San Miguel de Reoyo de Peñafiel (1729) |
Los ensambladores más destacados de este periodo son
Gregorio Díaz de Mata (ca.1645-1720), Blas Martínez de Obregón (ca.1650-1716),
Francisco Billota (1656-1728), Alonso Manzano (1656-1720), Juan Correas
(1660-1732) y Pedro Correas (1689-1756).
GREGORIO DÍAZ DE MATA (ca.1645-1720)
Gregorio Díez de Mata nació en Valladolid hacia el año
1645. Desconocemos en que taller se formó, y sus retablos no poseen ningún
elemento distintivo que nos permita identificarlo, si bien por lo general
adolecen de cierta planitud en la labor de la talla, la cual no es tan
exuberante como la demostrada por otros artífices como Martínez de Obregón o
Manzano. En 1681 casó con María Teresa Valcárcel, con la cual tuvo tres hijos,
entre los cuales destaca José (1684), el futuro ensamblador. Falleció a
mediados de 1720, entre el 25 de marzo en que otorga un codicilo y el 30 de
julio en que ya consta su óbito. Sus obras más descollantes son el retablo
mayor (1696-1702) de la parroquial de Villanubla (Valladolid), realizado
conjuntamente con Francisco Billota; los retablos colaterales y tres marcos de
la capilla de la Virgen de las Angustias y los Siete retablos (1710) del
camarín de la misma capilla, todos ellos radicados en la iglesia penitencial
homónima; el retablo mayor (1712) y los retablos colaterales de
la parroquial de Casasola de Arión (Valladolid), y los retablos colaterales
(1714) de la parroquial de Torrecilla de la Abadesa (Valladolid). En buena
parte de ellos colaboró con su hijo José.
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Retablo del Ecce Homo de la capilla de Nuestra Señora de las Angustias de la iglesia penitencial homónima de Valladolid |
BLAS MARTÍNEZ DE OBREGÓN (ca.1650-1716)
Blas Martínez de Obregón, que quizás nació en la
Trasmiera, según el parecer de Martín González, fue uno de los artífices más
destacados del foco vallisoletano, como así lo indica la ingente cantidad de
obra contratada y la dispersión de la misma. Además de ensamblador se le
denomina maestro arquitecto, como así figura en las condiciones que diseña para
el retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Villalón de Campos (1693)
o cuando se presenta al concurso para ejecutar la fachada de la Universidad
de Valladolid (1716). Por citar tan solo algunos ejemplos de su excelente
producción podemos mencionar el retablo mayor (1677) del Colegio de los
Ingleses; el Túmulo de la reina María Luisa de Orleans promovido por el
Ayuntamiento de Valladolid (1689), realizado conjuntamente con el
ensamblador Antonio Álvarez; el retablo mayor (1689) de la iglesia de
Nuestra Señora del Rosario; el retablo mayor (1691) de la parroquial de
Villalba de los Alcores (Valladolid); los retablos colaterales
(1693-1694) del Monasterio de San Quirce; o el retablo mayor (1697) de
Villanueva de Duero (Valladolid).
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Retablo mayor de la iglesia de Santiago de Villalba de los Alcores (1691) |
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Retablo mayor del Monasterio de San Quirce de Valladolid (1697) |
FRANCISCO BILLOTA (1656-1728)
Francisco Billota nació en Valladolid en 1656. Fue
cofrade de la Penitencial de las Angustias, templo para la cual realizó el Tabernáculo
de la capilla de Nuestra Señora de las Angustias (ca. 1710). En sus últimos
años, llevado por sus fervores religiosos, solicitó el ingreso como bienhechor
en la Congregación de San Felipe Neri fundando una capellanía y entregando como
muestra de profundo agradecimiento por tan singular favor una fuente de plata
labrada. Según Martín González, Billota es “quien mejor contribuye a la
implantación del churriguerismo”, además “crea un tipo de retablo que
tiene una gran difusión por la comarca vallisoletana, y cuyo prototipo es el
mayor de la parroquial de Pozaldez. También fue él quien utilizara por vez
primera el estípite barroco constituido por varios cuerpos superpuestos”. Falleció
el 2 de agosto de 1728, siendo sepultado en el Oratorio de San Felipe Neri. Para
el referido Oratorio ejecutó el retablo mayor (1689-1691), los retablos colaterales (1698-1699) y los retablos de las seis capillas
(1719-1722). Otras obras destacables son el retablo mayor y los colaterales
(1698) del Monasterio de Santa Brígida, el retablo mayor (1712) de la
parroquial de Serrada (Valladolid).
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Retablo mayor del Oratorio de San Felipe Neri de Valladolid (1689-1691) |
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Retablo colateral de la Epístola del Oratorio de San Felipe Neri (1698-1699). Originariamente dedicado a San Francisco de Sales |
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Retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Serrada (1712) |
ALONSO MANZANO (1656-d.1721)
“Es, a no dudarlo, el mejor representante del
retablo churrigueresco, en su aspecto florido. Hermosea gallardamente la
columna salomónica, que alcanza límites de primor inigualable en el retablo
mayor de Santiago, de Valladolid”. Con estas palabras definió Martín
González al brillante ensamblador Alonso Manzano, que nació en Padilla de Duero
(Valladolid) a comienzos de 1656. Aún sin haber contraído matrimonio, el 9 de
abril de 1707 nace su hijo Alonso, fruto de la relación que mantenía con
Bárbara González. Además de ensamblador y tracista pudo practicar la escultura,
como así lo dejan entrever las esculturas de San Miguel y San Rafael
(1717) que le paga en 1717 la parroquia de Villavieja del Cerro (Valladolid).
Desconocemos la fecha de su fallecimiento, el cual quizás se produjo mientras
trabajaba en alguna obra fuera de la ciudad. De su extensa producción
descuellan el retablo mayor (1685-1696) de la parroquial de Villavieja
del Cerro (Valladolid); el desaparecido retablo mayor (1687) del
Hospital de San Juan de Dios, realizado junto a Juan Correas; el retablo
mayor (1683-1699) de la iglesia de San Pedro de Villalón de Campos
(Valladolid); los retablos colaterales (1693) de la iglesia Penitencial
de la Santa Vera Cruz; el retablo mayor, retablos colaterales y retablo
de la Virgen de la Calzada (1696) de la parroquial de Brías (Soria); el retablo
mayor (1698-1702) de la iglesia de Santiago Apóstol de Valladolid; la Estantería
de la Biblioteca (1705) del Colegio de Santa Cruz, y el retablo mayor (1711) de la parroquial de Fuentes de Valdepero (Palencia).
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Retablo colateral de la epístola de la iglesia penitencial de la Santa Vera Cruz (1693). Dedicado a Cristo atado a la columna |
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Retablo mayor de la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua de Fuentes de Valdepero (1711). Traza de Lucas Ortiz de Boar |
JUAN CORREAS (1660-1732)
Juan Correas nació en Peñafiel en 1660. Siendo todavía
un niño sus padres se trasladaron a Valladolid en busca de mayor prosperidad,
adquiriendo unas casas en el barrio de San Andrés. El aprendizaje de Correas
tendría lugar en uno de los numerosos talleres de ensambladores, entre los
cuales sobresalían por entonces los de Cristóbal Ruiz de Andino, Antonio Billota
y Pedro de Cea. En 1686 contrajo matrimonio con Ana Teresa Calderón de la
Barca, con la cual tuvo seis hijos, entre ellos el futuro ensamblador Pedro
Correas, uno de los más prestigiosos de su tiempo. Tras fallecer su esposa
contrajo matrimonio en segundas nupcias con Paula Díez de Perales, una viuda
con un hijo a su cargo, Melchor García, que con el tiempo se convertiría en uno
de los escultores y ensambladores más destacados de la Tierra de Campos durante
los años centrales del siglo XVIII. Correas falleció en 1732, siendo sepultado
en la iglesia de San Lorenzo. De su catálogo podemos citar el retablo mayor
(1687) del Hospital de San Juan de Dios, realizado conjuntamente con Alonso
Manzano; el retablo mayor (1713) de la iglesia de la Vera Cruz de Nava
del Rey (Valladolid); el retablo de San José (1717) de la parroquial
Nava del Rey (Valladolid), el retablo del Santo Sepulcro (1719) del Hospital de la Resurrección y el retablo de la Dolorosa (1728) de la
iglesia de N. P. Jesús Nazareno.
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Retablo del Santo Sepulcro del Hospital de la Resurrección, hoy en la iglesia de la Magdalena de Valladolid (1719). Realizado conjuntamente con su hijo Pedro Correas |
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Retablo de San José de la iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey (1717) |
PEDRO CORREAS (1689-1756)
Pedro Correas fue el ensamblador más brillante del
segundo cuarto del siglo XVIII, de hecho, Martín González aseveró que sus
empresas artísticas “nos le permiten imaginar como el más importante”
del foco vallisoletano del momento, cultivando sobre todo el retablo de tipo
hornacina que ocupa todo el fondo de las capillas. Además de ensamblador fue
escultor, realizando buena parte de las imágenes que pueblan sus retablos,
aunque otras las subarrendó a algunos miembros de la familia Sierra, como José
y Pedro. Su estilo escultórico es una solución de compromiso entre los de Pedro
de Sierra y Pedro de Ávila; además, Martín González vislumbró ciertos rasgos de
estirpe juniana que bien pudieran proceder de los Sierra. Debió de mantener
estrechos lazos con los franciscanos ya que trabajó para numerosos comitentes,
conventos y parroquias relacionadas con esta Orden.
Hijo del ensamblador Juan Correas, nació en Valladolid
en 1689, y contrajo matrimonio en dos ocasiones: en 1720 con la genovesa María
Ana Penco y en 1725 con Ana María de Mendiguren. En la madrugada del 25 al 26
de septiembre de 1736 se desató un espantoso “incendio y fuego en la casa
del mayorazgo de velón intitulada del padre Galván”, viviendas en las
cuales Correas tenía instalados tanto la vivienda como el taller. El obrador
sufrió graves desperfectos, perdiéndose buena parte de las obras en las que se
hallaba trabajando por entonces. Falleció el 6 de febrero de 1752. De su dilata
trayectoria sobresalen los retablos mayores del Convento de Santa Clara
(1730) y de la iglesia de San Andrés (1741) de Valladolid, o el retablo
mayor de la iglesia de Mucientes (Valladolid) (1740-1742). También
destacamos, por su calidad, una interesante escultura de Nuestra Señora de
la Paz (1736) que realizó para la ermita homónima de Cáceres.
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Retablo mayor del Convento de Santa Clara de Valladolid (1730) |
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Retablo mayor de la iglesia de San Andrés de Valladolid (1741) |
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Retablo de la iglesia de San Pedro de Mucientes (1740-1742) |
C- EL RETABLO “ROCOCÓ” (aprox. 1740-1780)
Hacia el año 1740 comienza un repliegue decorativo.
Los retablos ya no exhibirán el movimiento en sus elementos sustentantes sino en
las plantas y en los alzados, los cuales “se mueven agitadamente, imperando
una ágil articulación borrominesca”. Las influencias provendrán de la
familia Tomé y de la Corte. La columna salomónica y el estípite se ven
sustituidos por la columna clásica acanalada. En un primer momento la
decoración característica se basó en las “cabezas de serafines dispuestas
sobre placa adventicia, motivo que ya había aparecido unos años antes”, si
bien con el tiempo apareció la rocalla. La escultura, que había sido relegada,
vuelve a retomar importancia. Son característicos de estos momentos los áticos
con rompimientos de gloria presididos por el Padre Eterno, por el Espíritu
Santo, o por ambos. Los tres grandes hitos de este momento son los retablos
mayores del Monasterio de Santa María de Valbuena de Duero (Valladolid), de
la parroquial de Rueda (Valladolid) y de la parroquial de Cabezón de
Pisuerga (Valladolid). También queremos reseñar por su belleza el
espectacular retablo mayor de la iglesia del Salvador de Valladolid (ca,
1747-1753), obra del burgalés Fernando González, formado en Pucela con Pedro de
Sierra y que con el tiempo se convirtió en su discípulo más destacado.
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PEDRO CORREAS (atrib.). Retablo mayor del Monasterio de Santa María de Valbuena (ca. 1750) |
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FERNANDO GONZÁLEZ. Retablo mayor de la iglesia del Salvador de Valladolid (ca. 1747-1753) |
El retablo del Monasterio de Valbuena inaugura la
tipología de “retablo-tabernáculo” que en años posteriores contaría con un
ejemplar en Valladolid: el tristemente desaparecido retablo de la
Congregación del Amante Corazón de Jesús de la iglesia de San Julián. El
retablo en sí es una ampliación de la custodia, sobre la cual acontece la
coronación de la Virgen por un teatral ángel que la sobrevuela. Se puede
deambular alrededor de la custodia, en la que están dispuestos diversos santos
y entre ellos una serie de alabanzas que loan a la Virgen. Las columnas están
decoradas con numerosas cabezas de ángeles y elementos pegajosos. Se piensa que
el autor de tan soberbia máquina fue Pedro Correas.
Uno de los retablos más novedosos de estos momentos
fue el construido por Pedro de Sierra para la iglesia de la Asunción de
Rueda (Valladolid) (1741-1746). La planta es mixtilínea, mientras que las tres
calles se alabean creando una sensación de movimiento a la manera de la fachada
de San Carlo alle Quattro Fontane (Roma) de Borromini. El retablo se articula a
través de un único cuerpo formado por cuatro columnas acanaladas de orden
gigante, cuyos fustes se hallan recorridos por cabezas aladas “sobre placas
recortadas de blanda consistencia”, que a buen seguro procederán de Narciso
Tomé y de los tegumentos con que decoró su Trasparente de la catedral de
Toledo. Sobre el entablamento asientan los cuatro Evangelistas, mientras que el
ático lo ocupa un majestuoso grupo de la Trinidad coronando a la Virgen, la
cual preside la hornacina principal de la máquina. Es un mundo irreal y
fantasioso.
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PEDRO DE SIERRA. Retablo mayor de la iglesia de la Asunción de Rueda (1741-1746) |
El último de los ejemplos elegidos es el retablo
mayor de Cabezón de Pisuerga (Valladolid) realizado en 1751 por Bentura
Ramos. En él se dan cita ya todas y cada una de las características de este
periodo: columnas acanaladas de orden gigante con el fuste decorado con
angelotes, rocalla, y decoración menuda; aparición del Padre Eterno en el
remate del ático, etc. Además de Pedro de Sierra, el ensamblador y/o tallista
más destacado de esta etapa es, precisamente, Bentura Ramos. Todavía queda
mucho por investigar sobre este periodo, quizás uno de los más interesantes y
peor conocidos de la retablística vallisoletana.
BENTURA RAMOS (1703-1756)
Apenas poseemos información acerca de la vida y obra
de Bentura Ramos, a excepción de su testamento fechado en 1756. En él declaraba
que varias personas le eran deudoras de diferentes cantidades, entre ellos don
Joseph Ubago y Busto “colegial de Santa Cruz (…) de resto de un
retablo que de su orden hice en el Convento de Santa Clara de la villa de
Cuellar” y la Cofradía de la Consolación de Valladolid “de resto del
retablo que tengo concluido”. Falleció tan solo cinco días después, siendo
enterrado según su deseo en San Lorenzo. De su exiguo catálogo podemos citar el
retablo de Nuestra Señora del Carmen (1739) de la iglesia de la Asunción
de Melgar de Fernamental (Burgos); el retablo mayor (1749) y los retablos
colaterales (1753) de Cabezón de Pisuerga (Valladolid); el Armazón del
carro triunfal del Corpus de la catedral de Palencia (1754); y el retablo
mayor del Convento de Agustinas Canónigas de Palencia (1755-1756).
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Retablo mayor de la iglesia de la Asunción de Cabezón de Pisuerga (1749) |
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Retablo mayor del Convento de Agustinas Canónigas de Palencia (1755-1759). Finalizado por Domingo de Ondátegui, Juan Manuel Becerril y Manuel Ramos |
BIBLIOGRAFÍA
- BALADRÓN ALONSO, Javier: Los Ávila, una familia de
escultores barrocos vallisoletanos [tesis doctoral], Universidad de
Valladolid, Valladolid, 2016.
- GARCÍA CHICO, Esteban: Documentos para el estudio
del arte en Castilla. 2, Escultores, Universidad de Valladolid, Valladolid,
1941.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El retablo barroco en
España, Alpuerto, Madrid, 1993.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca
castellana, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca en
España, 1600-1770, Cátedra, Madrid, 1983.
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